Hace por lo menos tres años que no visito el Bar La Bohemia, ese rincón de 85 años ubicado en la calle 5 y avenida 12 de San José. Eso sí, cuando lo frecuentaba tenía claro quiénes eran los asesinos y criminales que formaban parte de la clientela.

Me explico…

Entre los parroquianos a los que recuerdo con mucho aprecio estaba Javier, un hombre amistoso, adicto a las jackets de mezclilla y dueño de una voz potente.

Lo tengo presente en mi memoria como un tipo de pocas palabras, pero que se animaba en cuanto empezaban a sonar las voces y guitarras en aquel local oloroso a albóndigas, atún arreglado, tacacos y diversos tipos de licores con que se rendía culto al dios romano Baco.

“¡Asesinos! ¡Criminales!”, gritaba Javier desde la barra o alguna mesa de ese negocio propiedad del afable y amable Giorgio Motta.

Los asesinos eran los mismos de siempre: don Alejandro Agüero, Lucho, Oso, don Edwin Jiménez y unos cuantos músicos más que interpretaban -con sus voces y guitarras- boleros que ponían a Javier en estado de agonía romántica y lo “mataban” con el recuerdo de viejos amores.

Sí, criminales del corazón que disparaban canciones de Julio Jaramillo, Daniel Santos, Toña la Negra, Felipe Pirela, Antonio Machín, Celia Cruz, Eydie Gormé, Lucho Gatica, Los Panchos, María Grever, Olga Guillot, María Luisa Landín, Javier Solís, Rolando Laserie, Leo Marini, Vicentico Valdés…

Evoqué anoche esos frecuentes “homicidios” musicales al leer un texto del escritor español Manuel Vázquez Montalbán, quien nació en el mismo año de La Bohemia, 1936, pero murió en el 2003: ¿Quién es el asesino? Se trata del último texto de un libro maravilloso: Cuentos negros.

Dos páginas le bastaron a ese autor para referirse a una de las situaciones que más frustran y defraudan a los lectores de novelas policíacas: las historias que se niegan a desvelar quién es el asesino.

“El lector de novelas criminales quiere saber quién es el asesino”, afirma quien creó al célebre detective Pepe Carvalho y escribió, entre muchas obras, Asesinato en el Comité Central, El delantero centro fue asesinado al atardecer y Yo maté a Kennedy.

Y agrega: “Esta necesidad de saber quién es el asesino no sólo es fruto de una curiosidad, sino también de una actitud moral. El crimen merece ser castigado y por lo tanto el asesino debe ser descubierto”.

Me pregunto yo: ¿Y no tendrá algo que ver en todo esto el hecho de que una importante cantidad de “investigaremos hasta las últimas consecuencias” de la vida real terminan por convertirse en humo y entonces esperamos que al menos la ficción literaria no nos defraude?

“El asesino de mi novela es su escritor. Es decir. Yo. Y si no soy detenido en las horas que siguen a esta revelación es que ya no puedes fiarte ni de la Literatura”, concluye Vázquez Montalbán.

De ser así, la policía tendría que arrestar también a los asesinos y criminales que matan a Javier a punta de boleros en La Bohemia.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote