Es decir, copiar lo que se ve en la fotografía que acompaña a esta nota: empapelar las paredes con libros abiertos.

Así podría leer mientras preparo el café, me rasuro, lavo la ropa, recojo los periódicos en la cochera, observo un partido de fútbol aburrido, corro las cortinas o acaricio a mi perro.

Incluso, puedo ir aún más allá: tapizar con literatura los techos de mi habitación, la sala y el estudio, lo cual me permitiría disfrutar de cuentos, novelas y poemas al mismo tiempo que reposo en la cama, el sofá o el sillón reclinable.

El siguiente paso podría ser cubrir el piso, para lo cual necesitaría un revestimiento lo suficientemente grueso para no romper o ensuciar las páginas.

Algo similar podría hacer en los baños, de modo que goce con Zorba el griego mientras me baño de pie o celebrar las locuras de Don Quijote de la Mancha en tanto descanso en la tina.

¿Demasiada locura forrar las paredes externas del refrigerador, el escritorio, la mesa del comedor, la canasta de la ropa limpia y las puertas de los roperos?

¿Y si deposito pequeños recortes de los libros en las bandejas para hacer hielo? Así podría instruirme cuando bebo whisky en las rocas.

¡Esa fotografía puso a volar mi imaginación!

Un regalo de Navidad que recibiría con todo gusto sería una cobija con textos estampados, ideal para entretenerme en noches de insomnio.

Lo mismo un juego de almohadas. Una con poemas de Octavio Paz y otra con versos de Ana Istarú.

Pensándolo bien, el guayabo del jardín podría albergar algunos cuentos de Elena Garro y Julio Cortázar.

Y, por qué no, una vajilla en cuyas piezas pueda leer ensayos de Toni Morrison y Fernando Savater. ¿No les parece un excelente complemento para el café, la sopa de albóndigas o el gallo pinto con huevos revueltos?

Lo sé, lo sé, estoy volado, pero bueno, se vale soñar y más en un año como el actual, en el que podemos perder la paz si nos nutrimos solo con la realidad.

¿Y por qué no empapelar también las urbanizaciones, buses, teatros, parques, aceras, tapias, hospitales, panaderías, templos…? ¿Y el nuevo edificio de la Asamblea Legislativa? Digo, después de todo los libros alimentan más que las croquetas.

JDGM