¡Por supuesto que sí! Después de tantos días de lluvia, frío y neblina, ellos también necesitan un café para reactivarse.

Afortunadamente, a todos ellos les gusta tomarlo negro y sin azúcar, lo cual me facilita la tarea de complacerlos sin tener que preparar múltiples variedades.

Sería engorroso tener que alistar un café negro para Oliveira y la Maga, de Rayuela, de Julio Cortázar; uno con leche para Frankestein, de Mary Shelley, y un capuccino bien espumoso para seor Ciappelletto, del Decamerón, de Giovanni Boccaccio.

Además, un espresso para Dulcinea del Toboso, de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes; un caramel macchiato para Gloria, de Vladimir Nabokov, y un mocha blanco para Marcos Ramírez, de Carlos Luis Fallas.

Nunca antes me habían exigido que les hiciera un café antes de dejarse leer. Hoy lo hicieron. Fue el señor Palomar, de Italo Calvino, quien -tiritando y bostezando- me planteo esa condición.

Entonces preparé tres jarras en el coffee maker, una para ellos y otra para mí. Sin embargo, fueron ellos los que repitieron. Claro que no me opuse, pues si hay algo que me da pereza es leer un libro que tiene sueño y quiere seguir durmiendo.

Y bueno, sucedió lo que suele ocurrir cuando se actúa generosamente: después del almuerzo tuve que prepararle más café a mis libros. Esta vez hice cuatro jarras; dos para ellos y dos para mí.

¿Saben qué pasó?

¡En efecto, ellos se bebieron tres jarras y yo solo una!

Sin embargo, el asunto no termina ahí…

Hace un rato escuché un ruido en la alacena, por lo que la abrí suponiendo que encontraría algún insecto indeseable. Afortunadamente no fue así; era Tracey, de Tiempos de swing, de Zadie Smith, quien se encontraba rebuscando entre latas, bolsas y envases.

–¿Qué estás haciendo? -le pregunté.
–Comprobando que hubiera cacao y leche en polvo -contestó.
–¿Para qué?
–Para que nos prepare un chocolate bien caliente antes de que retornemos al librero para dormir. De lo contrario, no nos dejaremos leer.

Ni modo. A complacerlos se ha dicho.

Ya pueden imaginar lo que me espera mañana, pero la verdad es que tienen razón mis libros, han sido una dura semana de lluvia, neblina y frío. Ellos también tienen derecho a ser consentidos.

De paso, yo también me tomaré un chocolate bien caliente. Buenas noches.

JDGM