Así se llama la protagonista de la novela La cruz de San Andrés, escrita por el español, Camilo José Cela (1916-2002), quien ganó los premios Nobel de Literatura 1989, Miguel de Cervantes 1996 y Princesa de Asturias de las Letras 1987.

Se trata una mujer sumamente interesante con la que tuve una amena conversación, a través de la lectura, entre febrero y marzo de 1995.

Hablamos en aquella ocasión sobre temas que nunca pasan de moda: sexo, locura, frustración, violencia, mentira, humor, Dios, muerte y todos los etcéteras que caben en un diálogo en torno a la condición humana.

Esta tarde, al pasar junto a uno de mis estantes, Matilde Verdú me llamó por mi nombre, me hizo un guiño y terminó de atraparme con una de sus tantas oraciones que invitan a pensar y, sobre todo, hacerme preguntas: “todas debiéramos saber que la mujer sola llora el doble que la mujer acompañada” (página 71 de ese libro que ganó el Premio Planeta en 1994).

¿Será cierto?, me pregunté. ¿No será más bien al revés: que la mujer acompañada llora el doble y hasta el triple que la mujer sola? Me inclino más por esta posibilidad, pero puede que esté equivocado. Me gustaría saber qué opinan las mujeres.

Seguí ojeando esa historia-confesión, repasando las palabras que despertaron mi curiosidad 26 años atrás y planteándome interrogantes.

“Hace ya más de un mes que el fantasma de la muerte se mea todas las noches por el tubo de la chimenea de mi alcoba”.
¿A qué olerán los orines de la muerte? ¿De qué color serán? ¿Tibios o fríos? ¿Qué provoca en un fantasma las ganas de orinar? ¿Puede uno confundir esos chorros con lluvia, tener a la muerte cerca y pensar que se trata del invierno? ¿Se lava las manos el fantasma de la muerte después de orinar? (en caso de que sea hombre, tengo razones de sobra para dudar).

“El hombre no es un buen invento”.
¿Quién no ha pensado en esto? ¿Quién no ha llegado a la misma conclusión? ¿Se debe a problemas de diseño o descuidos en el proceso de fabricación? ¿Qué pasó con las normas de calidad? ¿Falló el creador o erraron los operarios?

“Los redentores mueren siempre en la cruz”.
¿Solo en la cruz? Pregunto porque he visto a muchos redentores comprar madera y mecate, y preparar con gusto su propia horca. Otros se disparan en la sien y hay quienes se cortan las venas para desangrarse. Sí, no todos son víctimas, algunos promueven y disfrutan el espectáculo de la victimización.

“La prudencia es un firme aliado”.
¿Qué es ser prudente? ¿Callar? ¿Esconderse? ¿Camuflarse? ¿Huir? ¿Reprimirse? ¿Hacerse de la vista gorda? ¿Ser cómplice con el silencio? ¿Actuar con indiferencia? ¿Es un aliado de quien la practica o del abusador que resulta beneficiado con el exceso de cautela ajena?

“Pero él, al final, se casó con su novia de siempre que era más sosa y aburrida, sí, pero más decente y cómoda, esto suele pasar”.
¿Por qué suele pasar? ¿Por qué algunos hombres y mujeres actúan así? ¿Qué lleva a una persona a apostar por una relación de este tipo? ¿Será que hay razones de peso que escapan a la vista de los demás?

“Lo único que Dios no es, es débil”.
¿Qué tiene de malo ser débil? ¿Acaso no es más fuerte quien admite y abraza su vulnerabilidad? ¿Podemos confiar en un Dios que no conoce la fragilidad humana?

“A mí me gustaría no mentir jamás pero eso es muy difícil”.
¿Me gustaría a mí lo mismo? ¿Podría sobrevivir en este mundo diciendo única y exclusivamente la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? ¿Acaso no son necesarias algunas dosis “moderadas” de mentiras para mantener la sana convivencia?

“El mundo está lleno de ignorancias”.
¿No estará aún más lleno, inundado, desbordado por arrogantes que se la pasan tachando de ignorantes a quienes piensan diferente, opinan distinto, discrepan, se apartan de las verdades oficiales, los dogmas y las fórmulas y recetas que otros procuran imponer?

“Sonreía siempre, eso es lo que no me dio buena espina, a veces soy algo desconfiada con los que sonríen siempre”.
¿No les parece que son más sospechosos quienes no sonríen? ¿No despiertan más desconfianza quienes carecen del sentido del humor?

“Las guerras se hacen siempre por dinero, al hombre no le mueven generosos ideales nobles sino bastardos intereses políticos”.
¿Y los que afirman que hacen la guerra para exportar democracia? ¿Y los que hacen la guerra para que ganen los “buenos” y pierdan los “malos”? ¿Y los que dicen pelear en nombre de Dios?

Finalizo aquí, pues con Matilde Verdú las tertulias son de no acabar…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote