¿Cuál balcón?

El del poeta español Federico García Lorca (1898-1936).

“Si muero, dejad el balcón abierto”, había escrito el autor del Romancero gitano en su poema Despedida.

Si muero,
dejad el balcón abierto.
El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo)
El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento)
¡Si muero,
dejad el balcón abierto!

El ilustrador mexicano Gabriel Pacheco (1973) aprovechó la apertura y entró en la habitación de la memoria del poeta, y dejó en ella 13 huellas de luz y color.

Luz y color… como la tarde de este domingo que ya se puso piyama y preparó la cama para que la muerte lo encuentre dormido (así quiero morir yo).

12 poemas de Federico García Lorca es el hermosos libro publicado por la editorial Kalandraka e ilustrado por Pacheco, quien nos recuerda que la poesía no habita solo en la palabra, sino también en la luz y el color.

Sí, doce poemas escritos (entre ellos, Canción tonta, El lagarto está llorando, Vals en las ramas, Escuela y Caracola) y otros trece pintados. Podría tratarse de dos libros diferentes, con lecturas independientes y sueños y fantasías por separado.

La portada es una de esas imágenes que vale la pena conservar en la memoria: Un niño con los ojos vendados palpa un caballo que tiene vendada una de sus patas y está lleno de hilos, como si recién hubiera galopado a través de una telaraña.

¡Sugiere tanto esa pintura! ¡Insinúa tanto ese poema pintado! ¡Un deleite para la imaginación!

Quien abra esta obra y lea y vea, puede inventar su propio libro pues las imágenes despiertan el apetito de los sueños y estimulan la sed de la fantasía.

“Tal vez las palabras de Lorca vengan de un niño, que con los ojos atados, nos alumbra y nos muestra esa nostalgia anudada a la noche que pronto se irá”, dice el ilustrador.

L@s dejo en compañía del poema Cancioncilla sevillana:

Amanecía
en el naranjel.
Abejitas de oro
buscaban la miel.
¿Dónde estará
la miel?
Está en la flor azul,
Isabel.
En la flor,
del romero aquel.
(Silla de oro
para el moro.
Silla de oropel
para su mujer.)
Amanecía
en el naranjel.

¡Qué dicha que el balcón quedó abierto!

JDGM