Había pospuesto, durante varios meses, la tarea de limpiar a fondo y reacomodar los libros que ocupan tres de mis estantes. Afortunadamente, el domingo y lunes de esta semana salí de ese pendiente.

Terminé molido, ¡pero lo logré!

Gracias a ello volví a tener entre mis manos varias obras literarias que hacía rato no veía. Este tipo de reencuentros son siempre muy agradables; me emociono tanto que abrazo a mis hijos pródigos de papel y tinta.

Una de las reapariciones que más celebré fue la de un volumen llamado UR la ciudad de los caldeos, publicado en México por el Fondo de Cultura Económica (una de mis editoriales favoritas).

Se trata de un texto de 166 páginas escrito por el arqueólogo británico Leonard Woolley (1880-1960), quien en 1922 descubrió en Iraq la ciudad sumeria de Ur.

Ese tema despierta mi interés debido a que desde temprana edad escuché hablar de Ur, gracias a que nací y crecí en un hogar donde el estudio de la Biblia era -y es- muy importante.

De Ur era el patriarca hebreo Abraham, según el relato de Génesis capítulo 11, versos 27-32 y Nehemías 9:7. De allí partió ese hombre, a las edad de setenta y cinco años, en compañía de su esposa Sara (valga este paréntesis para recomendar la lectura de la novela Sara, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez) y su sobrino Lot.

Fue por esa razón que en una de las tantas ediciones de la Feria Internacional del Libro (FIL) que se han realizado en Costa Rica decidí comprar el libro de Leonard Woolley.

No recuerdo en cuál año compré ese volumen, pero tiene que haber sido del 2014 en adelante, pues de ese año es la edición que tengo en casa.

¿Y por qué no recuerdo el año? Porque, contrario a mi costumbre, no firmé el ejemplar ni anoté la fecha de compra. Es más, la publicación se encontraba aún -así me reencontré ayer con ella- dentro del empaque plástico que la protegía del polvo y el manoseo.

¡Pensar que adquirí este libro -en el puesto de la Librería Lehmann en la FIL- con la seria determinación de leerlo con carácter urgente, devorarlo a lo sumo en cuestión de una semana, pero ya ven que me volví puro cuento.

Así que no era UR de ur-gente, sino de ur-dimbre, pues a final de cuentas me enredé en otros hilos editoriales y estas son las horas en que no he salido de ese otro pendiente.

La vida es así: una cadena de tareas, sueños, planes y objetivos aplazados, postergados, incompletos…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote