A esta novela, Física de la tristeza, le faltan nueve líneas de texto en la página 75. Por eso me decidí a comprarla.

Fue escrita por el búlgaro Gueorgui Gospodínov (1968).

Dice en la contraportada que se trata de un laberinto de historias erigido a partir de la figura mítica del Minotauro (cuerpo de hombre y cabeza de toro).

El lector, de acuerdo con esas palabras, transita por los pasillos de la memoria del autor, pasajes que hablan de su vida, Bulgaria y Europa.

Uno de ellos se llama La tinta invisible y abarca desde la página 73 hasta la 76.

Ese relato remite a la infancia de Gospodínov, quien aprendió a leer a los cinco años, lo cual le permitió leer un volumen que formaba parte de la biblioteca de su madre: Criminalística.

Fue así como se enteró de la existencia de tintas invisibles, soluciones incoloras elaboradas a partir de sustancias como jugo de frutas, cebolla, orina y saliva.

Cautivado por ese descubrimiento, el pequeño Gueorgui bajó al sótano de la casa y echó mano de un tarro que contenía compota de melocotón, al cual -lo explica él- no le agregó ni una gota de su orina.

Luego introdujo el palillo de una cerilla en aquel líquido y escribió en su diario. ¿Qué anotó? No se sabe, pues lo hizo con tinta invisible.

Es por esa razón que a la página 75 de esa novela le faltan nueve líneas.

Afortunadamente para mi yo lector esa fue la primera plana que encontré cuando abrí esta obra al azar en el local de la librería La Andante (https://www.facebook.com/La-librer%C3%ADa-andante-101543639938077/) en San Pedro de Montes de Oca.

Gracias a ese encuentro con un faltante, una carencia, un déficit, me decidí a adquirir este ejemplar que sospecho puede ser leído como Rayuela, de Julio Cortázar, en el orden que uno desee.

Me gustan los escritores y los textos que me sorprenden, me sacan de la rutina, me invitan a jugar, me entretienen con acertijos y me recuerdan -parafraseando a Calderón de la Barca en La vida es sueño– que la vida es juego, y los juegos, juegos son.

Por lo que he ojeado y hojeado en Física de la tristeza, el texto invisible es tan solo uno de los divertimentos literarios con que Gueorgui Gospodínov deleita a sus lectores.

Es decir, que el libro que me sedujo por lo que no tiene es, quizá, un volumen que tiene muchísimo más de lo que parece…

… como la vida, como la buena literatura…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote