En los primeros años de su juventud, el iraní Iraj Pezeshkzad se enamoró perdidamente de una joven de su misma ciudad, Teherán, un amor que estuvo lleno de obstáculos insalvables.

La mayor barrera fue el padre de la muchacha, un hombre que pertenecía a una familia rica y despreciaba al posible yerno por ser tan solo el hijo de un médico.

“En esa época, la costumbre social dictaba que una hija sólo debía guiarse por los deseos de su padre, y la costumbre pesaba mucho”, dice Iraj, quien hoy, a sus 93 años, vive en París, Francia.

Aún así, el enamorado no quiso rendirse fácilmente y tomó dos decisiones tendientes a realizar su sueño de casarse y fundar una familia: abandonó sus estudios de Medicina y empezó a estudiar Derecho, una carrera en la que la licenciatura se conseguía mucho más rápido, y empezó a escribir con la esperanza de alcanzar fama y fortuna.

Sin embargo, todos sus esfuerzos resultaron inútiles pues el suegro convenció a su hija de que se casara con el hijo de un comerciante acaudalado.

Ese revés golpeó con fuerza a Iraj Pezeshkzad. En su afán de tratar de pasar lo más pronto posible aquella página triste de su existencia, solicitó una plaza en el Ministerio de Relaciones Exteriores de su país. Tiempo después, ya instalado en Austria (¡ya quisiera yo un nombramiento así para olvidar viejos amores!) pensó en escribir una novela basada en lo que había vivido.

Puso manos a la obra, pero desistió en cuanto se percató de que estaba utilizando el proyecto literario para descargar y desahogar la ira y angustia que le generaba el recuerdo de su amada.

“En realidad, no era culpa suya y probablemente se sentía tan desgraciada como yo”, afirma.

Luego, instalado en su siguiente destino, Suiza, se le ocurrió incluir su historia de amor en un libro sobre las “absurdas peripecias” del familiar que retrata en la novela Mi tío Napoleón, cuyo protagonista imagina constantes paralelismos entre su vida y la de Napoleón Bonaparte, y, además, cree estar continuamente bajo la amenaza del imperio británico.

Así, la historia de amor que encontramos en esa obra entre el narrador y su prima Layli, hija del personaje principal, es un eco lejano de aquella fracasada relación de juventud.

De hecho, este maravilloso relato de 694 páginas empieza con el momento justo en que el narrador se enamoró de su prima: “un viernes 13 de agosto, aproximadamente a las tres menos cuarto de la tarde”.

“Pude ser fiel a mi corazón y recordarla, y una vez más el dulce perfume de su imagen refrescó la atmósfera de venenosa sospecha y conspiraciones que había rodeado nuestra historia de amor”, escribió Iraj Pezeshkzad en el epílogo de esta novela publicada en español por la editorial Ático de Libros, de Barcelona.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote