Hace algunos años, por lo menos veinte, una amiga y excompañera de trabajo me dijo que le gustaba que le prestara libros que yo ya hubiera leído y subrayado.

“Lo primero que hago, antes de empezar a leer los cuentos o novelas, es pasar las páginas para fijarme en todo aquello que te llamó la atención. Me entretengo mucho imaginando las posibles razones por las que decidiste destacar ciertas líneas”, manifestó.

Esa es precisamente la razón por la cual dejo huellas de tinta en los inquilinos de mi biblioteca: para volver a ellos una y otra vez y repasar los pasajes que me comunicaron algo en determinado momento de mi vida y que quizá aún tengan significado.

Comparto, a modo de ejemplo, algunas citas de Las uvas de la ira, del escritor estadounidense John Steinbeck (1902-1968), premio Nobel de Literatura 1962, historia que leí (sin subrayar) en 1979, en Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, y que releí (bolígrafo en mano) en el 2018.

-“No pienso andarme preocupando”.
-“Tal vez pecamos y no sabemos qué pecado cometimos”.
-“Y tienen miedo y eso los pone furiosos”.
-“No soy más que un dolor cubierto de piel”.
-“Cuando la propiedad se concentra en unas pocas manos, termina siendo arrebatada”.
-“¿Y si se apea de sus pensamientos y me escucha un momento? ¿Puede?
-“La policía causa más problemas de los que resuelve”.
-“Sólo hay que vivir conforme al afán de cada día”.
-“Saldremos de esta. Hay cambios, las cosas están cambiando… por todos lados”.
-“Tengo vocación para conducir el rebaño, pero no tengo adónde llevarlo”.

Pienso que en mi vejez, si acaso llego a esa etapa de la existencia, releer todas las palabras subrayadas será no solo un agradable entretenimiento, sino que además me permitirá evocar situaciones especiales.

Sí, podré desempolvar dudas, temores, triunfos, satisfacciones, sueños, tristezas, prejuicios, contradicciones, errores, alegrías, incertidumbres y muchos otros condimentos que le dieron sabor a mi adolescencia, juventud y adultez.

Estoy seguro que ese ejercicio me hará reír, llorar, cantar, bailar y aplaudir; es decir, celebrar cada momento vivido, cada amor, cada amistad, cada abrazo, cada adiós, cada locura…

Presiento que las marcas de mis libros, las arrugas de mi piel y los remembranzas de mi memoria van a ser muy buenas cómplices y compañeras durante mis últimos años de paso por este mundo.

Me gusta subrayar los libros porque ese acto formará parte de mi futura arqueología existencial.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote