Cuando utilizo la palabra odisea tengo en mente el accidentado viaje de diez años que realizó Odiseo, rey de la isla Ítaca -en el mar Jónico- para regresar a su hogar luego de participar durante otra década en la guerra de Troya.

Tal y como lo relató el aedo griego Homero (siglo VIII a. C.) en el poema épico Odisea, se trató de un periplo en el que el esposo de Penélope y padre de Telémaco enfrentó contratiempos como el cíclope Polifemo, la maga Circe y los gigantes antropófagos llamados lestrigones.

Además, los seductores y peligrosos cantos de sirena, los monstruos marinos Escila y Caribdis, la hermosa Calipso, las profundidades del Hades y la furia de Helios (personificación del Sol) y la enemistad del dios Poseidón, entre otras adversidades.

¡Cuánto le costó a Odiseo arribar a Ítaca! No fue fácil para él y sus tripulantes encontrar el norte, llegar a su destino, anclar en el puerto deseado.

Muy de vez en cuando encuentro, en diversas librerías, a lectores que me recuerdan de alguna manera el extravío y confusión de ese personaje de la mitología griega, personas que dan palos de ciego en la búsqueda del libro en el que sueñan atracar.

Ocasionalmente he tenido la oportunidad de acercarme a ellos y brindarles un poco de ayuda, darles una mano orientarlos en lo que pueda; me gusta hacerlo. Pero a veces no siento la suficiente confianza para inmiscuirme en sus procesos de compra.

Fue lo que me sucedió ayer en una librería que visité al final de la tarde…

Mientras navegaba en los estantes de los libros de poesía escuché la conversación entre una adolescente y sus padres. La joven se debatía entre leer la Odisea o la Ilíada.

“Es la misma historia, solo que con diferente nombre”, decía la madre. “Algunos la llaman Odisea y otros, Ilíada, pero es el mismo libro”.

Me sentí tentado a meter la cuchara, pero la voz de la prudencia me dijo que resultaba sumamente arriesgado corregir el criterio erróneo de la señora, por más tacto que empleara en ello.

“Pero es que vean, los dos libros empiezan diferente”, señalaba la chica. Y leyó en voz alta las primeras líneas de ambos poemas épicos atribuidos a Homero.

Ilíada: “Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héoes”.

Odisea: “Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos, que anduvo errante
muy mucho después de Troya sagrada asolar; vio muchas ciudades de hombres y
conoció su talante, y dolores sufrió sin cuento en el mar tratando de asegurar la
vida y el retorno de sus compañeros”.

“Pero es la misma historia, parecen diferentes, pero es la misma. Eso lo aprendí hace años en el colegio”, replicaba la madre. El padre se limitaba a ser testigo del debate.

Me picaba la lengua por intervenir y explicar que mientras Odisea está basada en el turbulento retorno de Odiseo a su patria, Ilíada se enfoca en la cólera del célebre guerrero Aquiles durante la guerra de Troya. La obra debe su título al nombre griego de Troya: Ilión.

Logré contenerme.

Afortunadamente, la adolescente optó por llevar un ejemplar de Odisea. Es decir, esa lectora arribará al destino deseado.

Pero, ¿cuántos lectores no tienen la misma suerte y se la pasan dando palos de ciego en las librerías? Toda una odisea encontrar el libro soñado, la Ítaca editorial.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote