Preguntan los libros con su voz de garúa desde el anaquel, el bolso o la veladora. Les interesa saber si nos apetece leerlo, si vamos a empezar a masticarlos de una vez por todas, si los compramos tan solo para ostentar, si recordamos que tenemos cuentas pendientes con ellos, si mantenemos vivo el interés en sus historias o caímos en la apatía.

Nos interrogan sobre qué pueden hacer ellos para incrementar nuestro apetito por las palabras, cuál es nuestro rincón favorito para disfrutar de la compañía de don Quijote y Sancho, Juan el de la carguita de leña, Tieta de Agrete, etcétera, cómo preferimos leer: ¿sentados, reclinados, acostados, caminando, en silencio, con música…? y para qué leemos: ¿entretenernos, aprender, imaginar, comprender, matar el tiempo…?

Preguntan los personajes literarios con su voz de llovizna. Desean que les digamos los nombres de nuestros protagonistas predilectos y por qué nos sentimos atraídos por ellos, qué opinión nos merecen los papeles que los escritores les asignaron en los textos y si nos gustaría formar parte de alguna novela, cuento o poema.

Nos interrogan sin rodeos en torno a si alguna vez nos hemos enamorado (de manera platónica, por supuesto) de alguna mujer o un hombre, un gigante o un enano, una bruja o un genio, un fantasma o una sombra que hayamos conocido en algún libro.

Preguntan las palabras con su voz de lluvia… así lo hacen desde sus cavernas de papel y tinta… ¿qué provocamos más en los lectores: alegrías, tristezas, enojos, caos, incertidumbres, nostalgias, cansancios, certezas, dudas, sueños, temores, risas, llanto?

Nos interrogan sobre qué hacemos cuando tropezamos con un vocablo que no conocemos, cuánto nos ayudan ellas a escribir y hablar mejor, cuáles son nuestros términos favoritos y por qué (a mí, por ejemplo, me gustan bramadero, remanso, barrica, vapor, abrazo…) y si nos acercamos a ellas con miedo y respeto o con confianza y deseos de jugar.

Preguntan los lectores con su voz de temporal. ¿Qué estoy leyendo, cuál es el tema? ¿Quién es el personaje principal, cómo se llama, qué dice aquí sobre su personalidad? ¿Cómo sucedió esto, cómo entenderlo? ¿Por qué de repente me desconcentro, pierdo el hilo, me desenfoco? ¿Dónde ocurren los hechos? ¿Cuándo podré comprar el segundo volumen de esta trilogía?

Nos interrogan sobre el por qué de nuestra insistencia en molestarlos, interrumpirlos y acosarlos mientras devoran líneas, frases, oraciones, párrafos, páginas, capítulos, a qué se debe que la mayoría de las personas prefiera conectarse a una pantalla en vez de enchufarse a un libro y si podemos hacer algo como sociedad para que las obras editoriales sean más baratas.

La lectura es un aguacero de preguntas. ¡Un deleite empaparse por completo! Sí, desde la primera hasta la última página, desde Adán en el Edén hasta San Juan en la isla de Patmos, desde la a hasta la zeta, y desde la cabeza a los pies.

Preguntan también las librerías, editoriales, el papel, las costuras, los títulos, los autores, los ilustradores, la luz que ilumina las hojas, el viento que pasa las páginas, la niña que aún no sabe leer… ¡Todo es interrogante en el mundo de los libros! ¡Inundación de inquietudes!

Una herejía abrir el paraguas. Un disparate escampar. Una apostasía huir hacia el verano. Hay que permitir que fluyan, se precipiten, las preguntas, dudas, misterios, cuestionamientos.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote