Suele ocurrir que de repente mis ojos anclan, sin motivo aparente, en algún punto de la biblioteca.

Con los años he aprendido a prestarle atención a esos arraigos inesperados, caprichos de la vista.

Entonces hago una pausa, me sumerjo en el anaquel y extraigo el libro al que se aferraron mis pupilas. Áncora literaria que me protege de los naufragios…

Son momentos mágicos pues algo quieren decirme mis amigos de papel, esos faros que me iluminan en noches de insomnio.

Ocurrió ayer. De nuevo. Como tantas veces.

Estaba escribiendo en mi computadora cuando una voz, quizá un canto de sirena, me sugirió despegar los dedos del teclado y mirar hacia la izquierda.

Un volumen delgado. Apenas 77 páginas, algunas de ellas, pocas, con ilustraciones.

El aprendiz, de la española Ana María Matute (1925-2014), un cuento que nos habla de la gente sencilla y trabajadora, la guerra, la sequía y la miseria, la usura, el egoísmo y el perdón.

Lo abrí y ocurrió el milagro: me remonté a un año en el que no existía el maldito covid-19: 2014.

Viajé, específicamente, hasta las 10:50 p.m. del 31 de diciembre de ese año, el preciso instante en que terminé de leer el libro 206, de un total de 207, que leí ese año.

Sí, los 365 días en que más textos he devorado en mi vida.

Agonizaba el 2013 cuando decidí que en el nuevo año alcanzaría dos metas: leer como nunca antes lo había hecho y escribir un diario.

Gracias a ese diario puedo decirles, con absoluta certeza, que a estas alturas del año -12 de febrero- había leído seis obras; la primera de ellas, Los años de peregrinación del chico sin color, del japonés Haruki Murakami.

¿Y con cuál ejemplar cerré? Con Autorretrato en tránsito, del cubano José Kozer (1940), el cual terminé a las 11:43 p.m.

A estas alturas del 2021 he devorado doce libros. Sin embargo, no me propongo romper mi marca; me gustaría hacerlo en el 2024, diez años después…

Qué bueno que le presté atención al anclaje de ayer, pues no solo me trajo buenos recuerdos sino que además me hizo pensar en que la vida son importantes también los propósitos y objetivos que sirven única y exclusivamente para nuestro deleite.

No todos los deseos, intenciones y sueños deben estar vinculados con las presiones del mercado: dinero, competencia, rentabilidad. Por ejemplo, haber devorado 15 libros del francés Patrick Modiano en el 2014 (año en el que ese autor ganó el Nobel de Literatura) no me hizo ganar ni un cinco. ¡¡¡Por dicha!!!

¡El placer y el gozo por sí mismos son relevantes!

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote