El 4 de junio del 2003 recibí un correo electrónico que me alegró mucho: la Editorial Costa Rica me avisaba que iba a incluir un cuento mío en una colección de relatos.

Dicho comunicado incluía instrucciones y reglas precisas en materia de derechos de autor y otros aspectos propios de los procesos de impresión, publicación y promoción de obras literarias.

La historia seleccionada formaba parte de una serie de narraciones que yo había escrito pocos meses atrás y que había agrupado bajo el título El sexo es puro cuento.

Fiel a mi costumbre de celebrar los acontecimientos especiales con la compra de un libro, adquirí un ejemplar de la obra Pájaros de Hispanoamérica, del autor hondureño-guatemalteco-mexicano Augusto Monterroso (1921-2003) y publicada por Alfaguara.

Aclaro: no son yigüirros, golondrinas, viudas, jilgueros, colibríes, canarios, palomas, gorriones, toledos, bobos, pericos, chorchas, tucanes, oropéndolas, águilas, quetzales, gaviotas, pelícanos, gavilanes, lapas u otras aves las que anidan en las páginas 213 páginas de este volumen.

Los pájaros en cuestión se llaman Julio Cortázar, Juan Rulfo, César Vallejo, Ernesto Sábato, Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, José Donoso, Claribel Alegría, Ernesto Cardenal, Miguel Ángel Asturias, Ninfa Santos, Alfredo Bryce Echenique, José Emilio Pacheco, Juan Carlos Onetti, José Coronel Urtecho y otros 22 escritores sobre los que Monterroso escribió pequeños artículos en torno a los vuelos literarios de cada uno de ellos.

Pues bien, el tiempo, ese enorme pájaro que picotea segundos, teje nidos con minutos y vuela entre nubes cargadas de horas, ha trinado a lo largo de 18 años y yo no volví a recibir noticias de la Editorial Costa Rica. Aquel correo electrónico que recibí el 4 de junio del 2003 se transformó en un ave fénix que se quemó y se redujo a cenizas, pero no renació como sí sucedió con el pájaro de la mitología griega.

Recordé ese episodio anoche cuando me reencontré con Pájaros de Hispanoamérica mientras acomodaba algunos libros en los anaqueles de mi biblioteca. La remembranza me hizo reír pues evoqué algunas de las locuras y ocurrencias eróticas que me divertí plasmando en los relatos de El sexo es puro cuento.

Luego dediqué unos minutos a pensar en que mis libros forman parte importante de mi memoria, ya que, como sucedió con los 37 textos de Monterroso, me ayudan a desempolvar experiencias que dormían en las ramas de un árbol llamado olvido.

Quienquita y mañana, inspirado por tantas aves, me pongo gallo y me animo a llamar a la Editorial Costa Rica para preguntarles cómo marcha el proceso de publicación de mi cuento…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote