Octavio Paz, escritor mexicano que ganó el Nobel de Literatura en 1990, tenía tan solo 23 años cuando estuvo en la Guerra Civil Española en 1937.

Fiel a sus ideas, apoyaba al bando republicano, en el poder, en su lucha contra los golpistas y fascistas del general Francisco Franco.

Uno de tantos días fue al frente de batalla en la ciudad universitaria de Madrid, en donde por momentos a los soldados de ambos bandos solo los separaba una pared.

Por esa razón el joven Paz (1914-1998) podía escuchar las conversaciones de los combatientes rivales.

“Era una sensación extraña: aquellas personas que yo tenía enfrente -no podía verlas, sólo oír sus voces- eran mis enemigos. Pero tenían voces humanas, como la mía. Eran como yo”, manifestó el poeta.

Sus declaraciones tuvieron lugar en la entrevista que le hizo, en 1991, el profesor estadounidense de literatura Alfred Mac Adam, para la publicación The Paris Review (fundada en 1953 en la capital francesa, pero con sede actual en Nueva York, Estados Unidos).

Ese intercambio de preguntas y respuestas forma parte del segundo tomo de la obra The Paris Review Entrevistas (1953-2012), publicada en diciembre del 2020 por la editorial Acantilado, de Barcelona, España. El ejemplar que tengo en casa fue un obsequio de una prima hermana generosa: Priscila Quirós Muñoz.

Aquella fue una experiencia perturbadora para quien años después escribió El mono gramático, Piedra de sol, El laberinto de la soledad, La llama doble, Itinerario, El arco y la lira, Árbol adentro y Libertad bajo palabra, entre muchas otras obras poéticas y ensayísticas.

Tal vivencia lo dejó pensando, lo que lo llevó a comprender que la verdadera fraternidad pasa por aceptar el hecho de que el enemigo es también un ser humano.

De acuerdo con ese autor, lo anterior no significa que haya que ser amigo del enemigo, pero sí aceptar que se trata de una persona. “… una vez entiendes esto, ya no puedes aceptar la violencia”, afirmó.

Paz confesó que aquella experiencia fue terrible para él y que estremeció muchas de sus convicciones más profundas.

“Sí, los soldados del otro lado de la pared se reían y decían cosas como: ‘Dame un cigarrillo’. Yo me decía: ‘Son como los que estamos a este otro lado'”.

En mi humilde opinión, una razón de peso para vivir como Octavio: en Paz.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote