¿Cómo no enamorarse de una personaje literaria como Lucía Santa?

Me refiero a la protagonista de la novela En tierras extrañas, escrita en 1965 por el estadounidense de ascendencia italiana Mario Puzo (1920-1999), autor también de El Padrino (1969), El Siciliano (1984) y El último Don (1996).

¿Existe acaso alguna forma de evitar los encantos humanos que convirtieron a la madre de ese escritor en una inquilina editorial que lo tiene todo para ser célebre?

A mí no me cabe la menor duda de que Lucía Santa se encuentra al nivel de personajes como Emma Bovary, Tieta de Agreste, Bernarda Alba, Penélope, Lolita, Doña Bárbara, Anna Karénina, Sherezade, Celestina, Jane Eyre, Clarissa Dalloway, Scarlet O’Hara y otras grandes protagonistas de novelas y obras de teatro.

Tanta fuerza y energía tenía esa mujer nacida en Italia y radicada en Nueva York desde temprana edad, que acabó por imponerse como la figura clave de una historia que su hijo empezó a redactar con la idea de encarnar él mismo el papel primordial.

“Grande fue mi sorpresa cuando descubrí que mi madre terminó siendo la heroína del libro”, confesó el también autor de Los Borgia, La arena sucia y Seis tumbas en Múnich.

No en vano el título original de esta novela, la preferida de Puzo, es La Mamma.

Lucía Santa es, en este relato de 350 páginas (editorial Navona, de España) la cabeza de los Angelussi-Cobos, una familia de inmigrantes que vive en la Décima Avenida de Nueva York.

Se trata de una mujer valiente y con la determinación que se necesitaba para sacar adelante a un hogar numeroso en tiempos de la Gran Depresión económica y los últimos días de la Segunda Guerra Mundial.

En 1988 se estrenó en Estados Unidos la miniserie The Fortunate Pilgrim, basada en esta novela. La actriz italiana Sofía Loren representó el papel de Lucía Santa. En este enlace puede verse un episodio: https://www.youtube.com/watch?v=yO6SI4dq2Ew

Escritor Mario Puzo.

Ella era analfabeta, pero eso no le impidió construir un mundo a su medida y en el que de continuo entraban en conflicto las costumbres “liberales” de los estadounidenses y las tradiciones “conservadoras” de los italianos. Por ejemplo, el valor que cada una de esas culturas le confería a la abstinencia sexual antes del matrimonio.

La mamma era quien manejaba en su familia los hilos del trabajo, la pobreza, el ahorro, el amor, el matrimonio, la muerte y el sentido de responsabilidad.

Cocinaba en una estufa de queroseno, lavaba la ropa, planchaba, dictaba órdenes, aconsejaba, atendía a las visitas y desconfiaba de todo el mundo.

Recelaba en especial de los lectores apasionados. “Los que leen libros dejan morir de hambre a su familia”, sentenciaba. La sospecha era mayor si se trataba de un escritor y, en especial, de un poeta.

Pero claro, no se puede estar absolutamente de acuerdo en todo con un personaje literario (los lectores tenemos el derecho a discrepar de Otelo y Don Quijote, incluso de Noé)…

“Lucía Santa deseaba que cada uno de sus hijos se casara con una buena muchacha italiana que supiera desde la cuna que el hombre era quien mandaba y que tenía derecho a que le sirvieran como a un duque los mejores manjares; con una muchacha que cuidara de los niños y de la casa sin pedir ayuda”, dice en la página 264.

Así como la vida y el mundo son como son, y no como nosotros queremos o soñamos, los protagonistas literarios también son como son, no fueron creados para satisfacer todas nuestras expectativas. En mi caso, entre más misterios y contradicciones posea un personaje, más interesante me resulta.

Por eso amo a Lucía Santa desde que leí su historia entre los últimos días del mes pasado y el primero de noviembre.

¿Cómo no enamorarse de una personaje literaria como ella?

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote