En un lugar del horno

… de cuyo calor sí quiero acordarme, se colocan dos tajadas de pan con mantequilla sin preservantes pero sí con Cervantes, cada una de ellas con una generosa rodaja de Don Quesote tierno. Una vez tostadas, se sirven con una jarra de café Sancho, ese que no emPanza y si se riega no Mancha; en vez de azúcar, dos gotas de Dulcinea del Goloso. Especial para caballeros de triste figura. Atrévase a probarlo, vale la pena ser un curioso impertinente.

Al despertar una mañana…

… tras un sueño intranquilo, nada mejor que una Metamorfosis culinaria. Empiece con tortillas elaboradas con masa de maíz kafkado; franzcamente, ¡son exquisitas! Es-cara-abajo que se doran a la perfección, según dice El fogonero, quien conoce El proceso a la perfección. Aliméntese bien, no inicie la jornada como Un artista del hambre o un hombre que enfrenta La condena En la colonia penitenciaria. No desayunar bien tiene consecuencias, porque el que la hace la Praga.

Era un viejo que pescaba solo…

… en un mar de aceite y margarina abundante en cardúmenes de cebolla, culantro, ajo y chile dulce. Hacía ochenta y cuatro días que desayunaba huevos revueltos; al principio, en compañía de un muchacho que a los cuarenta días renunció a aquel plato por considerarlo “rematadamente salao“. Amante apasionado del beisbol, aquel hombre llamado Santiago bateaba a la hora de preparar los alimentos, pero no le tenía miedo a los tiburones del colesterol y la presión alta. Aún así, “el viejo era flaco y desgarbado”, todo lo contrario del vigoroso Ernest Hemingway.

Muchos años después…

… frente al fogón de cocimiento, el chef Aureliano Buendía había de recordar aquella mañana remota en que su padre lo llevó a conocer el pinto. Plato hondo, veinte cucharadas de arroz y frijoles y un río de salsa inglesa para estómagos heroicos. “¡Gabriel, a esto le falta laurel!”, gritó alguien desde una cocina donde revoloteaban mariposas amarillas al tiempo que una mujer Bella preparaba Remedios y un gitano llamado Melquiades daba “a conocer los nuevos inventos” gastronómicos.

La casita es un enjambre…

… es lo que sucede cada vez que cocina ese hombre que hace mucho más que magia, por lo que lo llaman Magón. Enjalbegadas con natilla las chatas chorreadas del comal y adornadas con orégano en polvo dan luz a la espaciosa mesa. ¿Cuál es la receta de las chorreadas? ¿La propia o la ajena? La propia, por supuesto. Lo siento, pero esa no la revelo. La inventé cuando me quedé Sin cocinera; entonces aprendí también a moler El grano de oro, ocurrió un 2 de noviembre. Los primeros en probar mi invento fueron Unos novios, durante Un almuerzo campestre. Por cierto, ¿Quiere usted quedarse a comer?

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote