Esa pregunta es muy general. Tengo que ser más específico: ¿Cuántos perros armaría usted en caso de que las mascotas que se le han muerto se pudieran reconstruir con el pelo que ellas arrojaron en vida?

Una interrogante disparatada y fantasiosa que tiene su origen en el cuento El pelo del perro, escrito por la estadounidense Lydia Davis (1947) de quien les hablé ayer en relación con el relato Las focas. Ambas historias forman parte del libro No puedo ni quiero, publicado por la empresa argentina Eterna Cadencia Editora.

Las focas, como expliqué, es una narración nostálgica de 18 páginas, en tanto que El pelo del perro mezcla nostalgia y humor en sus apenas siete líneas.

Trata de los miembros de una familia que echan de menos al perro que ya no está con ellos y que, por lo tanto, ya no los recibe cuando regresan a la casa cada tarde.

Lo único que conservan de ese amigo de cuatro patas son los pelos blancos que encuentran por toda la casa. Saben que deberían botarlos, pero no lo hacen pues abrigan la esperanza de que si reúnen una buena cantidad de ellos van a poder armar al perro de nuevo.

Si los cuentos fueran como los sueños que se hacen realidad, a lo largo de mi vida me habría dedicado a reconstruir a Keeper, Kazy, Pocío, Teño y algunos otros canes que le aportaron valor a la vida en familia.

No solo eso, desde hace doce años estaría recolectando los pelos de Gofio, el schnauzer miniatura que vive conmigo desde noviembre del 2008.

¿Y usted? ¿Cuántos perros armaría? (Lo verdaderamente importante es cuántos amaría).

Un cuento que habla, en mi modesta opinión, de lo mucho que nos cuesta a los seres humanos soltar el pasado, levar el ancla de lo que ayer nos produjo alegría, pasar la página y vivir el presente.

Todo lo que reconstruiríamos una vez superada la pandemia… Todo lo que nos ata a lo ya vivido con la correa de la eterna añoranza…

La vida es un asunto más de amar que de armar.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote