Si hay un libro que terminó de enamorarme de la lectura ese es Reloj sin manecillas, novela escrita por la estadounidense Carson McCullers (1917-1967) y publicada por primera vez en 1961.

Tuve la dicha de tropezar con esa historia el 11 de abril de 1991 en la librería Nueva Década en San Pedro de Montes de Oca.

Me cautivó el título. Tres palabras que me sedujeron, encantaron y atraparon. ¡Amor a primera vista!

No lo pensé dos veces para pagar los ¢320,00 que valía esa edición de Bruguera-Libro amigo.

Llegué a casa y me sumergí de inmediato en las 286 páginas de un relato que debe su nombre al hecho de que la vida se detiene de golpe para el farmacéutico J. T. Malone, frena en seco, se transforma en un reloj incapaz de marcar las horas, cuando se entera que le queda poco tiempo de vida debido a la leucemia.

Esa narración no solo profundizó mi amor por la lectura, sino que además me hizo abrir aún más los ojos de la compasión ante la miseria humana, la soledad, el dolor, la tristeza, el miedo, la incertidumbre, las preguntas sin respuesta, la fragilidad…

J. T. Malone y su amigo el juez Fox Clane -cuyo hijo se había suicidado años atrás- me enseñaron mucho, y aún lo hacen, sobre la vida, ese misterioso espacio en el que crudeza y amistad, desesperación y solidaridad, y angustia y consuelo caminan tomadas de la mano.

Se trata de una novela que tiene mucho que decirnos en estos tiempos en que el reloj de la muerte sí tiene manecillas.

Comparto a continuación algunas de las oraciones que subrayé con marcador amarillo hace poco más de treinta años y que no han dejado de darle cuerda a mis pensamientos:

La muerte siempre es la misma, pero cada hombre muere a su modo.

El instinto es lo único que debe seguir un hombre.

La muerte es demasiado astuta. Cuando la esperas y al fin le haces cara, nunca llega. Mata tanto al incauto como al que la espera.

La muerte es un gran jugador con la manga llena de trucos.

Más afilado que el colmillo de una serpiente es un hijo desagradecido.

Algunas personas están muertas del cuello para arriba.

Simplemente es el modo lógico y humano de librarse uno de los males, contagiándoselos a los demás.

El truco de esta vida es convertir una experiencia desgraciada en una feliz.

La muerte es algo peor que una pena. De hecho, nadie sobre la tierra sabe lo que es la muerte.

Nadie vive para siempre, pero mientras viva viviré sin frenos.

Diez oraciones. Tan solo una pincelada para que vean porqué ese reloj sin manecillas sigue dándome cuerda después de tres décadas.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote