Ese es el título de uno de los 45 artículos que forman parte del libro Cómo viajar con un salmón, del italiano Umberto Eco (1932-2016).

Cada uno de los textos que forman parte de este volumen consiste en una instrucción sobre cómo enfrentar diversas situaciones en la vida.

Menciono algunos: Cómo pasar unas vacaciones inteligentes, Cómo evitar las enfermedades contagiosas, Cómo comer en el avión, Cómo usar la cafetera maldita, Cómo no saber la hora, Cómo no hablar de fútbol y Cómo salir en los medios aunque no seamos nadie.

Esta obra, publicada por la editorial española Lumen, me hace recordar a Julio Cortázar y sus instrucciones para llorar, dar cuerda al reloj, matar hormigas en Roma, subir escaleras, amar, entender tres pinturas famosas…

Una de mis favoritas es la de dar cuerda al reloj, que finaliza así: “No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”.

En cuanto a las instrucciones de Eco, una de mis predilectas es la número 31: Cómo justificar una biblioteca privada.

Tiene que ver con una pregunta que solemos enfrentar quienes poseemos una biblioteca cuyos ejemplares no caben en dos o tres libreros, sino que requieren de una importante cantidad de estantes: “¿Los ha leído todos?”

Decía Eco que esa interrogante proviene de personas que ven a los anaqueles como depósitos de libros leídos y no como un instrumento de trabajo.

¿Qué respondía ese autor cuando le planteaban esa inquietud? “No, estos son los que tengo que leer para el mes que viene, los demás los tengo en la universidad”.

Prefería contestar de esa manera en lugar de echar mano a la fórmula “desalmada” del erudito musical italiano Roberto Leydi, quien se limitaba a responder: “Muchos más, señor, muchos más”.

En alguna ocasión leí de alguien, no recuerdo quién, que ante esa pregunta recurrente contestaba: “Sí, ya los leí todos; ahora los estoy memorizando”.

Concluyo afirmando que, en todo caso, no veo porqué tenga uno que justificar una biblioteca privada. ¿Acaso se le piden explicaciones a quienes poseen muchos gatos, los dueños de jaurías, los coleccionistas de discos o relojes, los propietarios de varios vehículos o los compradores compulsivos de zapatos?

En este contexto, creo que sería más útil publicar un artículo titulado Cómo no preguntarle al dueño de una biblioteca si ha leído todos los libros.

Durante las últimas semanas he dedicado una generosa cantidad de horas a reacomodar mi biblioteca, lo que me ha permitido despejar la sala y el comedor. Me pregunto si en el fondo lo que busco es no tener tantos libros a la vista y eludir así la pregunta “¿Los ha leído todos?”

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote