Se llama Gofio. Es un Schnauzer miniatura hijo de Divo y Arena, color gris arena y vive conmigo desde noviembre del 2008, cuando era apenas un cachorro.

Es un amigo educado, noble, leal, cariñoso, divertido, juguetón, sociable, chineador, curioso, excelente vigilante y adicto a las galletas para perros.

Después de haber vivido juntos por más de 12 años, ¡cada día nos parecemos más!

Para muestra, un botón: una experiencia que tuvo lugar el viernes pasado.

Resulta que Gofio, vino como es, se dio cuenta de que yo me estaba comiendo -al final de la tarde y principio de la noche- un emparedado en el cuarto donde veo televisión.

Sí, un delicioso emparedado de pan francés rústico con jamón de pavo, queso, frijoles molidos y aguacate. Además, apenas un chorrito de mostaza.

Mi amigo no puede verme comer pan porque se antoja, pero como es tan educado espera a que yo me levante para emprender su habitual proceso de búsqueda de migajas sobre el piso.

Así procedió el viernes, solo que esta vez no encontró ni una borona. Lo constató durante el primer recorrido de inspección.

Sin embargo, incrédulo del resultado realizó una segunda ronda. Yo lo observaba desde mi estudio.

No contento con la constatación, emprendió una tercera gira exploratoria. ¡Nada de nada!

Suspicaz, volvió a la carga una vez más. Olfateó y observó con atención cada milímetro del piso.

Y, como si fuera poco, se aventuró en un quinto viaje. Después, ya convencido de que el dios de la harina y la levadura no lo había favorecido, se acostó en el sofá de la sala y se durmió.

Disfruté intensamente del comportamiento de Gofio, pues -en honor a la verdad- así soy yo de obsesivo cuando no encuentro un libro que sé forma parte de mi biblioteca. Recorro los anaqueles una, dos, tres, cuatro, cinco y hasta más veces buscando la obra que juega a las escondidas.

Al igual que mi perro, no me rindo fácilmente; invierto segundos, minutos, horas y hasta varios días en esa empresa que entre más fracasa más me seduce y reta.

Claro, de tanto verme actuar así, mi amigo se contagió con esa maña. Lo mismo ha sucedido con otros de mis hábitos, los cuales no voy a revelar en estas líneas pues Gofio me pidió que conservara algunos secretos solo para él y yo.

En efecto, mi perro busca boronas; yo, libros… ¡y cada día nos parecemos más! En la de menos, uno de estos días lo descubro leyendo mis libros o escribiendo notas para este sitio.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote