Esa fue la primera imagen que surgió en mi inquieta e indomable imaginación en cuanto vi la foto con la que acompaño estas líneas.

América, Europa, África, Asia y Oceanía; cinco continentes, cinco libros, algunos más gruesos que otros, más viejos, más llenos de historias y más habitados por personajes.

Un mundo editorial. Un planeta literario. Una Tierra producto de la imprenta… ¿En el principio creó Gutenberg los cielos y la tierra?

El orbe organizado y clasificado como una enorme biblioteca. Prohibido subrayar soberanías ajenas, escribir en los márgenes de los diversos sistemas de gobierno o doblar las puntas de las páginas de las idiosincracias.

América se llamaría Acantilado; Europa, Alfaguara; África, Impedimenta; Asia, Alianza Editorial y Oceanía, Seix Barral.

Cada país un capítulo; cada frontera, un punto y aparte; cada cordillera, un cúmulo de letras mayúsculas; cada río, una serpiente de tinta; cada bosque, una orgía de vocales y consonantes; cada idioma, un glosario.

Leer en vez de viajar. Escribir en lugar de conquistar. Borrar y corregir en vez de declarar la guerra. Notas de pie de página en lugar de aclaraciones diplomáticas.

Marcos Ramírez presidente de algún país. Tata Mundo director de la Organización Mundial de la Salud. Tía Panchita al frente del Fondo Monetario Internacional. Cocorí máximo jerarca de la Federación Internacional de Futbol Asociado. La Llorona secretaria general de ONU.

No hablaríamos de zonas o regiones, sino de anaqueles. El hombre no habría llegado a la Luna, sino a una librería lejana. El Sol nacería en el prólogo y se acostaría en el epílogo. Las islas serían marcadores de lectura.

¿Terremotos? No, hojas sueltas. ¿Huracanes? Tampoco, tapas descocidas. ¿Tsunamis? Para nada, lomos empapados por la lluvia.

Cristóbal Colón descubriendo América a bordo de tres barcos de papel. Charles Lindbergh cruzando el Atlántico en un avión de papel. Adán y Eva pecando al devorar una metáfora erótica.

¿Acaso no le gustaría a usted vivir en un planeta así? Sin duda, cada quien tendría más claro su papel, no en la geografía sino en la ortografía.

¿Qué le parecería residir en un mundo en donde la elección de un Papa dependiera más de la filología que de la teología?

No faltará quien me diga que el planeta de la foto está incompleto, pues le falta la Antártida. “Está por salir de la imprenta”, le respondería.