Comparto una vivencia personal…

Hace algunos años, no recuerdo exactamente cuántos, decidí ponerle punto final a una relación de noviazgo.

Así se lo dije en persona a la mujer con la que había estado durante algunos meses. Antes de despedirnos ella sacó de su bolso una tarjeta de presentación y me la entregó.

El pequeño rectángulo de cartulina blanca contenía el nombre, teléfono y correo electrónico de un psicólogo especializado en masculinidad.

“Te recomiendo que saqués cita con él, pues me parece que tu decisión de no casarte es enfermiza; algo no funciona bien en tu cabeza, pues es normal que la gente quiera casarse”, me dijo.

Durante meses la tarjeta permaneció en una gaveta de mi escritorio, pues la verdad es que tengo clara la decisión de no vivir en pareja que tomé en algún momento de mi vida. Disfruto la soledad; me siento a gusto con ella.

Sin embargo, había otro tema personal que sí me inquietaba y por el cual acudí al psicólogo “recomendado”.

No fue sino hasta la cuarta cita que me preguntó cómo había llegado hasta él. Entonces le conté la historia y mi respuesta le provocó risa.

–¿Y a vos te preocupa el tema de no casarte? -me preguntó.
–Para nada. Es una decisión de vida con la que no tengo ningún problema.
–Me parece bien, entonces, que te mantengás soltero. ¿Sabés? A lo largo de mi carrera profesional he descubierto que una de las razones por las que diversos matrimonios fracasan es porque alguno de los cónyuges, o ambos, no tenían vocación de vida en pareja; se casaron simple y sencillamente porque era lo que se esperaba de ellos.
–Los famosos convencionalismos sociales -comenté.
–Correcto. ¿Cuánta gente viviría más tranquila, y no en un infierno, si antes de casarse se hubieran preguntado y respondido con honestidad si de veras el matrimonio era para ellos? Lo es para muchas personas, pero no para todas.

Recordé ese episodio esta mañana, cuando abrí el libro de cuentos Hombres sin mujeres, del japonés Haruki Murakami (1949), el cual leí entre abril y mayo del 2015, y encontré una de las tantas oraciones que subrayé:

“Quizá ninguno de los dos estemos hechos para el matrimonio”, dice uno de los personajes del relato Yesterday.

“En ocasiones la música tiene el poder de reavivar los recuerdos con tal intensidad que a uno hasta le duele el corazón”, se dice también en esa historia.

Hoy fue la literatura la que reavivó un recuerdo. Eso sí, sin dolor, porque aquella exnovia dejó huellas muy especiales; de hecho, cada vez que nos encontramos nos saludamos con mucho cariño… ella casada, yo soltero, ambos felices.

JDGM