Eso dicen, pero no me consta. Sin embargo, me gusta la historia que me contaron al respecto.

Según mis informantes, a quienes prometí mantener en el anonimato, don Miguel de Cervantes Saavedra había elegido en principio otro nombre para el Caballero de la Triste Figura.

Don Quejota, en lugar de don Quijote.

Eso dicen…

Sin embargo, en cuanto el famoso personaje literario se dio cuenta de la intención del escritor se presentó ante él y le dijo que no contara con sus servicios si ese iba a ser su nombre.

–¿Pero qué tiene de malo llamarse don Quejota? -preguntó el autor.
–Tiene de malo, mi muy estimado señor, el hecho de que no me hace nada de gracia cargar con un nombre tan negativo.
–¿Negativo? ¡Pero si vas a ser todo un caballero andante.
–Sí, pero con ese nombre todos van a creer que mi misión consiste en pasármela quejando en lugar de desfacer entuertos en pro de la justicia.
–¡Estás exagerando, don Quejota!
–Perdóneme la insolencia, pero le prohibo llamarme así. Búsqueme otro nombre porque de lo contrario boicotearé su novela. ¡Bonita gracia tener un nombre que expresa resentimiento, lamentación, disconformidad, desazón, descontento. Ya hay en el mundo demasiada gente quejosa como para agregar a un amargado más.

Fue así, dicen, que de don Quejota pasó a don Quijote.

Me cuentan que en cuanto Sancho se dio cuenta de que don Miguel de Cervantes había cedido, él también se animó a encararlo para demandar que le cambiaran el apellido.

–¡No me gusta Panza! La gente se va a burlar de mí, van a ridiculizarme.
–¿De dónde saca usted esas ideas? -preguntó el escritor.
–Aunque usted no lo crea, señor, llegará el día en que la humanidad le concederá extrema importancia a la figura física. Se pondrá de moda ir al gym para lucir fit; la gente hará CrossFit, fitboxing, spinning, zumba, ¡en fin!
–Lo siento, Sancho, pero no voy a cambiar ni un solo nombre más. Si te complazco también a vos va a venir Dulcinea a pedirme que en vez del Toboso sea de Nueva York, y Rocinante va a pretender llamarse Pegaso. Lo siento, pero no.
–Está bien, pero entonces concédame en su novela el honor de gobernar una ínsula que se llame, qué sé yo, digamos que Barataria.
–¿Por qué ese nombre? -consultó Cervantes.
–¡Diay, porque a usted le salió baratieri la negociación conmigo!

Dicen que así fue, pero no me consta. Sin embargo, me gusta la historia porque ¡qué cansado con tantas quejas!

JDGM