Se llamaba Ana y era hija de una familia judía que vivía con holgura en Séforis, una ciudad ubicada a 10 kilómetros de Nazaret.

La historia la cuenta la escritora estadounidense Sue Monk Kidd (1948) en la novela El libro de los anhelos, publicada en abril del año pasado.

Se trata de la misma autora de La vida secreta de las abejas, El secreto de la sirena, La invención de las alas y un ensayo sobre religión y feminismo titulado La danza de la hija disidente.

De acuerdo con la más reciente obra de esa enfermera residente de Carolina del Norte, Ana es una joven con inquietudes, sueños, cuestionamientos e ideas propias durante una época y una cultura en la que el pensamiento era monopolio de los hombres.

Esta muchacha se enamoró de Jesús, un joven que se rebelaba contra el dominio del imperio romano y que no hace milagros, pero sí ayuda a las personas más pobres y discriminadas; entre ellas, las prostitutas.

Ana es escritora y su interés principal es tornar visibles a una serie de mujeres que en su opinión han sido opacadas por los historiadores de su pueblo: Eva, Sara, Rebeca, Raquel, Lía, Zilpa, Bilá y Ester, entre otras.

Las 542 páginas de este relato encierran una reivindicación feminista.

Precisamente en la nota que publiqué ayer les confesé que soy un lector al que siempre le ha resultado sumamente interesante adentrarme en las diversas y particulares lecturas de pasajes de la Biblia. No me escandalizan estos ejercicios literarios; por el contrario, los celebro.

No veo nada de malo -¡mucho menos censurable!- en reescribir las historias bíblicas para exponer otras perspectivas, otras interpretaciones de los hechos basadas en las experiencias o reflexiones de los escritores.

Eso es, precisamente, lo que hizo la autora costarricense Julieta Pinto (1921) en el libro El despertar de Lázaro, publicado en 1994, en el cual le da voz a ese hombre de Betania -hermano de María y Marta- a quien Jesús resucitó. Nos presenta esta publicación a un ser humano de carne y hueso.

Tampoco me molestan ni ofenden las novelas Cristo de nuevo crucificado y La última tentación, que el griego Nikos Kazantzakis (1883-1957) publicó en 1948 y 1952, respectivamente.

Lo que sí me molesta y ofende es la censura que pretende impedirme el acceso a las obras de arte (literatura, cine, teatro, etcétera) en aras de formar criterio basado en mi experiencia y no en opiniones ajenas.

Se llamaba Ana y era hija de una familia judía…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote