Todos sabemos que esos personajes de don Miguel de Cervantes nunca visitaron la aldea donde nació Jesús, pero a mí me gusta imaginar qué habría sucedido si don Quijote de la Mancha y su escudero Sancho Panza hubieran formado parte del origen de la Nochebuena.

Después de todo, la idea no es tan descabellada pues el relato bíblico de la natividad tiene mucho de quijotada (situaciones sorprendentes y extremas) y, al mismo tiempo, la historia de las andanzas del Caballero de la Triste Figura está cargada de fe para enfrentar lo que parecía imposible…

Hablando en serio, con los pies bien puestos sobre la tierra, han de haber sido muchos y fieros los gigantes de la duda con que luchó José cuando se le dijo que el hijo de María, su esposa, había sido engendrado por el Espíritu Santo.

No fueron simples molinos de viento, sino enormes dilemas, interrogantes e indecisiones las que han de haber agitado sus aspas en la mente humana de aquel carpintero. De hecho, estuvo pensando en abandonar a su compañera en secreto para no provocar un escándalo.

Encuentro otra similitud entre los seres maravillosos que forman parte de ambas historias: encantadores en el texto literario y ángeles en el escrito bíblico.

Me pregunto cómo habrían reaccionado José, María y los pastores que cuidaban a sus ovejas en la noche si en vez de recibir anuncios de boca de espíritus celestes los hubieran escuchado de labios del Sabio Frestón, y cuál habría sido la actitud del héroe de la Mancha si el ángel Gabriel hubiese ocupado el lugar de Pandafilando de la Fosca Vista.

En ambos relatos hay magos. Me refiero a los procedentes de oriente, según el evangelio de San Mateo, que la tradición llama Melchor, Gaspar y Baltasar, y a los encantadores que Cervantes puso en escena, a quienes don Quijote culpó de diversos reveses en sus empresas.

Asimismo, los protagonistas de ambos libros de la literatura universal tenían como misión luchar por la justicia, salvar a los débiles, “desfacer entuertos”. ¿Jesús de la Mancha? ¿Don Quijote de Nazaret?

Este ejercicio es de no acabar…

Podemos hablar también de que al igual que José y María, don Quijote y Sancho sabían lo que era pasar la noche en lugares que no ofrecían comodidades; no siempre hubo lugar para ellos en los mesones.

Mucho de quijotada, mucho de fe. Mucho de idealismo, mucho de realismo. Mucho por preguntar, mucho para pensar.

Se necesita una dosis de fe para leer el Quijote. Se requiere una ración de imaginación para leer el relato de la primera Nochebuena. Ambas, fe e imaginación, forman parte de nuestra humanidad.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote