Estoy 100% de acuerdo con el escritor de origen checo Milan Kundera (1929): “Hay que dominar el arte de la condensación. De lo contrario, caes en la trampa de la extensión infinita”.

Hay que resumir y sintetizar.

No hay razón, mucho menos en la impaciente era digital, para contar con mil palabras lo que bien se puede decir con trescientos vocablos.

“Textos sabaneros”, llamamos algunos periodistas a esas notas o artículos que pretenden obligar al lector a recorrer una extensa sabana de vocales y consonantes, cuando el escrito podría haberse reducido a un potrero o, con un poco más de esfuerzo, a una parcela o un lote.

Hay quienes confunden calidad con cantidad y entonces se explayan disparando -desde los teclados- agudas, graves y esdrújulas.

Sin embargo, no se trata de un problema exclusivo de la comunicación escrita. En la televisión, la radio e Internet abundan los habladores, personas que padecen de incontinencia verbal (¡les gusta oírse!).

El vicio de la verborrea, la hemorragia escrita, la diarrea oral. ¡Un desperdicio similar al de echar mano a un hidrante para apagar un fósforo o incendiar un edificio para encender un ciagarrillo!

“Imagine un castillo tan grande que no lo abarque la vista. Imagine una composición para cuarteto de cuerdas de nueve horas. Hay ciertos límites que no deberían rebasarse”, manifestó el autor de La insoportable levedad del ser, El libro de la risa y el olvido, y La ignorancia, en una entrevista realizada en 1984 y que forma parte del segundo tomo de la obra The Paris Review Entrevistas (1953-2012), editorial Acantilado.

Kundera, autor también de El libro de los amores ridículos y La fiesta de la insignificancia, fue entrevistado por el escritor francés Christian Salmon (1951).

De acuerdo con el novelista, poeta y ensayista checo, uno de los límites que no debe rebasarse es el de la memoria del lector.

“Cuando terminas de leer un libro, deberías estar todavía en disposición de recordar el principio”, afirmó quien desde 1975 reside en Francia, país del que adquirió la ciudadanía en 1987.

Y bueno, en consecuencia con lo que estoy escribiendo sobre el valor de la síntesis, no prolongo más este texto.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote