¿Qué es la felicidad? ¿Cuál es su mejor definición? ¿Cómo la reconocemos? ¿De qué depende ser feliz? ¿En qué se diferencia de la alegría? ¿Es tan fugaz como dicen algunos?

Empiezo a leer el ensayo La promesa de la felicidad, de la académica y escritora británica-australiana Sara Ahmed, y de inmediato decenas de preguntas revientan en mi mente como palomitas de maíz.

¿Cómo saber si somos felices? ¿Cómo saber si somos infelices? ¿Se puede medir el grado de felicidad de una persona o de un país? ¿Qué tan confiables son los índices de felicidad?

Se trata de un libro publicado por la editorial argentina Caja Negra y cuya lectura me recomendó -acertadamente- un buen vendedor de libros llamado Adriano Ramírez, de La librería andante.

¿Qué tanto de realismo y de ilusión hay en la felicidad? ¿Es una droga? ¿No resulta sospechoso el hecho de que la palabra felicidad se parezca al vocablo facilidad? ¿Existe algún manual serio y confiable para alcanzar la felicidad?

Un volumen de 458 páginas que modificó la geografía de mi biblioteca el pasado 16 de setiembre. Me gustan las ocho palabras que aparecen debajo del título: “Una crítica cultural al imperativo de la alegría”.

¿Hay que ser feliz? En caso de que la respuesta sea no, ¿es la infelicidad la otra opción? ¿No será más importante la serenidad? ¿Qué tal la sensatez? ¿Y la tolerancia? ¿La paz interior?

“Si este libro le arruina la vida a alguien, eso es precisamente lo que sostiene que deberíamos hacer. Aguar la fiesta supone abrir paso a una vida, dar lugar a otra vida, a la posibilidad, a la oportunidad. El gran propósito de este libro es dar lugar”, afirma (¿o será mejor decir: provoca?) la autora.

¿En qué se diferencian las definiciones de felicidad según la teología, psicología, economía, política, filosofía, sociología, historia, poesía? ¿Se puede invertir en felicidad? ¿Cómo? ¿En dónde? ¿Cuáles son las tasas de interés?

“Los individuos deben ser felices para los demás… tenemos la obligación de ser felices”, dice en la introducción de esta obra que pretende abrir un debate serio en torno a la felicidad.

¿Se puede enseñar a ser feliz? ¿Es el optimismo sinónimo de la felicidad? ¿Qué tan cierto es eso de que si una persona está casada tiene más probabilidades de ser feliz? ¿Qué tanto tiene que ver la felicidad con el progreso? ¿Puede un cascarrabias ser más feliz que un guasón?

Me gusta Sara Ahmed porque me incita a preguntar y pensar. Supongo que lo mismo sucede con otros de sus libros: Vivir una vida feminista y La política cultural de las emociones.

¿Le interesa leer y saber más de ella? Esta es su página web: www.saranahmed.com

Última pregunta (por ahora): ¿Será feliz esta escritora?

JDGM