Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice la periodista británica Sarah Baxter: “Los trenes son un poco como las máquinas del tiempo. Hay algo en ellos que parece capaz de llevarnos a otra época…”.

Con esas palabras introduce a los lectores en el maravilloso libro de su autoría Una historia del mundo en 500 viajes en tren, publicado por la editorial Blume, de Barcelona, España.

Me siento a disfrutar de esa joya editorial de 400 páginas y es como si me internara en un túnel ferroviario que me conduce al reino de la memoria.

Evoco, por ejemplo, el tren eléctrico marca Märklin -hecho en Alemania- que nos heredó Adrián González Guevara a sus cuatro primos Guevara Muñoz a inicios de la década de los años setenta del siglo pasado.

¡Cuánto disfrutamos mis hermanos y yo con aquella máquina y unos cuantos vagones a escala que circulaban sobre una serie de rieles y durmientes que formaban un óvalo en el piso de una de las casas que ocupamos en Liberia, Guanacaste!

Nos acostábamos de medio lado sobre el mosaico para ver al tren pasar frente a nuestros ojos una y otra vez, una y otra vez.

Leer es volver a viajar en los trenes de nuestra infancia…

Mis oídos aún escuchan el sonido de aquel juguete que se ponía en marcha en cuanto presionábamos un botón rojo y mis fosas nasales aún conservan el olor a metal y electricidad.

Ocasionalmente sacábamos al perico de la jaula y dejábamos que corriera pegando gritos al lado de aquel ferrocarril al que solo le faltaba arrojar vapor por la chimenea.

Esa era una de nuestras diversiones favoritas en tardes de invierno en que los aguaceros torrenciales nos impedían salir a jugar a la calle.

“Los trenes conservan un encanto que los autobuses, los aviones y los automóviles no pueden igualar”, afirma Sarah Baxter. En este caso no estoy plenamente de acuerdo con ella, pues el carro de mi familia en los años setenta tenía encanto de sobra: una camioneta Chevrolet fabricada a principios de la década de los 50.

Pero bueno, no voy a caer en la tentación de hablarles de ese vehículo pues el foco de esta nota está en los trenes y no quiero descarrilar la atención de mis amables lectores. Otro día les contaré…

Fascinante e impredecible el mundo de la literatura, ya que uno abre un libro con la intención de leer y resulta que termina viajando en tren.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote