¿Cuál cuarto, cuál cajón y cuál foto?

La habitación del viejo y feo edificio de apartamentos La Hacienda, ubicado en el oeste de Hollywood, en donde Gladys Mortensen le regaló a su hija Norma Jean (quien años después se llamaría Marilyn Monroe) una muñeca de pelo dorado, ojos azules y una boca como un botón de rosa el día de su sexto cumpleaños.

El presente fue sacado del cajón superior de un tocador, precisamente la gaveta en la que la niña durmió durante los primeros meses de vida pues su mamá era tan pobre que no pudo comprarle una cuna.

¿Y la foto? Ya se los diré.

Lo que sucedió en ese cuarto el 1º de junio de 1932 es narrado de manera magistral por la escritora estadounidense Joyce Carol Oates (1938) en las páginas 37 a 48 de la novela Blonde, publicada por primera vez en 1999 y divulgada ahora por el sello Alfaguara.

¡Me encantaron esas páginas! La autora describe, sin recurrir a la palabrería, los múltiples comportamientos de Gladys y las reacciones de Norma Jean, sus miedos, dudas, vacilaciones, inquietudes, pensamientos de niña.

Leí ese pasaje la noche del jueves pasado, acostado en mi cama y no miento al afirmar que por unos minutos abandoné mi habitación en Mata de Plátano de Goicoechea y me trasladé a La Hacienda.

Allí observé y escuché a Gladys y a Norma Jean, incluso aspiré parte del humo del cigarrillo marca Chesterfield que fumó la primera de ellas, un vicio al que en vano había intentado renunciar.

Pude ver también la foto que Gladys le enseñó a su hija: la del padre que ni Norma Jean ni Marilyn llegaron a ver en persona.

Joyce Carol Oates logró, mediante la palabra escrita, sacarme de mi cuarto por unos minutos y llevarme hasta aquella habitación en Hollywood. Fue un momento mágico, un regalo de la imaginación que no tod@s l@s escritor@s son capaces de obsequiar.

No es la primera vez que me sucede algo así con las historias de esta escritora -¡una de mis favoritas pues desnuda con arte las hipocresías, contradicciones, prejuicios, temores y conflictos de la sociedad estadounidense!-. Debido a lo mucho que me gusta su manera de contar y describir muchas de sus obras ocupan un espacio importante en mi biblioteca.

Vale la pena leer a esta autora; les recomiendo, en especial, Un libro de mártires americanos, Una hermosa doncella e Infiel. En cuanto a Blonde, apenas empiezo a adentrarme en sus aguas, pero pinta bien, muy bien; me gusta el hecho de que toma muy en cuenta uno de los sentidos que más valoro cuando de leer se trata: el olfato.

Pero de eso les hablaré mañana, cuando me refiera -entre otros aromas- al olor de la cebolla, el tabaco de pipa y el ungüento para los juanetes.

Vayan preparando sus fosas nasales…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote