Ayer publiqué en este espacio un artículo sobre los celulares y la soledad, a partir de un texto del escritor español Javier Reverte (https://donlibrote.gente-divergente.com/es-el-telefono-movil-una-expresion-de-la-soledad/); hoy prosigo con esos dispositivos tecnológicos, pero esta vez basado en un texto del italiano Umberto Eco (1932-2016): Cómo no usar el teléfono móvil.

Se trata de una de las cuarenta y cinco instrucciones que forman parte del libro Cómo viajar con un salmón, del cual escribí una nota en esta página el 24 de enero pasado (https://donlibrote.gente-divergente.com/como-justificar-una-biblioteca-privada/).

Vale la pena leer esa obra -publicada por la editorial Lumen- generosa en vivencias, cultura, erudición, ironía y sentido del humor.

El autor de El nombre de la rosa, Baudolino, Historia de la belleza, Historia de la fealdad, La isla del día de antes, Diario mínimo, De la estupidez a la locura y muchos otros títulos habla de varios tipos de usuarios de los llamados smartphones, pero en especial de uno de ellos: aquellas “personas que quieren demostrar en público que están muy solicitadas sobre todo para complejos asesoramientos de negocios”.

Dice Eco que estamos obligados a escuchar a esos personajes en aeropuertos, restaurantes o trenes, conversando a viva voz sobre temas que “suenan muy Rockefeller”.

La semana pasada me tocó soportar (y reírme) de un tipo así, un hombre de unos 55 años que se las daba de muy importante entre un grupo de personas que aguardábamos a ser atendidos por una doctora. El sujeto caminaba (se pavoneaba) de una lado a otro en la sala de espera, conversando a viva voz sobre varios negocios en los que él era -sin lugar a dudas- figura clave.

Recuerdo a una figura pública costarricense que dio todo un espectáculo en esa materia a pocas semanas de las elecciones presidenciales de febrero del 2014. Sucedió en el Bar Arenas, en Escazú, en donde me encontraba una noche en compañía de dos amigas que gozaron en grande viendo los aires de grandeza política con que hablaba por teléfono aquel personaje al otro lado de la barra.

¡Todo parecía indicar que solamente la participación e intervención de ese hombre podía conducir a la presidencia de la República a uno de los candidatos de la contienda! El sujeto terminaba una llamada telefónica y le decía a sus acompañantes: “Es que si uno no está en todo, esto no camina”… ¡¡¡y perdieron!!!

Sostiene Eco, y estoy totalmente de acuerdo con él, que “el hombre de poder es aquel que no está obligado a responder a todas las llamadas, o lo que es más, aquel que se hace negar”.

Agrega ese gigante de la literatura que los ostentadores del teléfono móvil desconocen estas verdades y que al actuar como lo hacen ratifican “su inapelable marginación social”.

¿Conoce usted a uno de estos personajes?

Yo sí, a varios. ¡Bombetas!, les decimos en Tiquicia.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote