Sí, a café, pero no cualquiera, sino el que se chorrea con agua caliente a través de una bolsa de tela que parece el nido de oropéndola de la cocina.

Lo mismo la lluvia, no cualquier llovizna o chaparrón, sino a aguacero que riega los surcos de la nostalgia y hace germinar los recuerdos.

Igual con el tabaco. No el del cigarrillo, sino el que utilizan los fumadores de pipa, ese que despide un aroma que nos ayuda a evocar a Sherlock Holmes.

Colonia… ¿cuál colonia? La que usaba el abuelo, la que perfumaba los surcos de la piel después de cada afeitada con espuma, agua y navaja capaz de rebanar el silencio.

Por supuesto que el whisky escocés, el auténtico, el de verdad; no las imitaciones, tampoco los refrescos perfumados con licor. El aroma de las barricas.

Naranjas maduras como las que saboreaba mi viejo, mi tata, quien ayer habría cumplido ochenta y tres años. Ahora pela la naranja mayor: el sol de cada ocaso.

Todos esos perfumes están presentes en la foto que acompaña a este texto, pero el principal es la esencia que despiden los poros del viejo librero que está sentado ante el escritorio que asoma a través de la puerta.

Un hombre que nació para leer (¡vaya propósito existencial!) y que ha libado el néctar literario de cada una de las flores de papel y tinta que moran en los libreros empotrados en la pared.

Podría llamarse Dante, como aquel argentino que vendía-regalaba libros en la desaparecida Librería Macondo ubicada frente a la entrada principal del campus de la Universidad de Costa Rica, en San Pedro de Montes de Oca.

El librero que imagino no está revisando cuentas ni haciendo balances del negocio, ¡labores que lo tienen sin cuidado!; se la pasa leyendo todo el día, desnudando el lenguaje, haciendo el amor con las palabras.

Anciano que siempre tiene las puertas abiertas para el contertulio adicto a hablar de libros, porque es su tema favorito.

Esta foto huele a uno de mis olores predilectos: el de la tertulia literaria. Ojalá esta novela triste de la pandemia acabe pronto y podamos tomarnos un café editorial.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote