Primero: el precio

Me refiero al precio (monto a pagar), no al costo (gastos de producción) ni al valor (razón o motivo por el que estimo un libro).
Cuando la suma a desembolsar en una librería es mucho más alta de lo que yo tenía previsto, sudamos la tarjeta de débito y yo.
En esos casos tengo la opción de abstenerme de comprar el ejemplar, pero esto me produce -si mi deseo por el volumen es fuerte- otro tipo de sudoración: la provocada por la ansiedad que me genera un antojo literario insatisfecho.
Así que en algunas ocasiones se trata de elegir entre dos variedades de sudor: la del precio alto o la de la inquietud por la fallida adquisición.

Segundo: la búsqueda

Cuando me obsesiono con un título que quiero leer soy capaz de visitar en un solo día cuantas librerías sean necesarias para encontrar el texto.
Lo resumo de esta manera: inicio la búsqueda en la Librería Internacional de Terramall, carretera a Cartago, para luego pasar por Nueva Década, La librería Andante, DaCapo y la Librería Universitaria (UCR) en San Pedro de Montes de Oca, desde donde salto hasta Lehmann y Universal, en San José, finalizando en Buhólica, ubicada en Guachipelín de Escazú.

Tercero: El peso

Hay libros que pesan como rocas. Y una valija grande repleta de ellos pesa como una vagoneta llena de piedras de río.
Lo sé por experiencia propia, pues en 1994 regresé de un viaje a México cargando una enorme valija de cuero llena… inundada… desbordada de libros que compré en Guadalajara y en el Distrito Federal.
Pasé como un mes frotando ambos brazos con ungüento para aliviar el dolor que sentía en cada uno de ellos. ¡Pero valió la pena!

Cuarto: El reacomodo

No me refiero a un reacomodo cualquiera, parcial. Sino al que es producto de pasarse casa. Empacar los libros en cajas de cartón y luego sacarlos y ubicarlos en los distintos estantes, es una tarea ardua.
En eso me encuentro en estos días y les aseguro que he sudado como hacía rato, años, no lo hacía. Termino cada día bañado de pies a cabeza. ¡Duro pero satisfactorio!

Quinto: La lectura

El más placentero de todos los sudores literarios o editoriales, como usted quiera llamarlos.
La actividad intelectual es un ejercicio que demanda mucha energía. No sudan los poros de la piel, pero sí las neuronas.
Tengo planeada, para esta noche, una buena sudada de este tipo.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote