Me hice esa pregunta mientras leía, la semana pasada, el capítulo 15 de la novela El Maestro y Margarita, del escritor soviético Mijaíl Bulgákov (1891-1940).

Aclaro que no me planteé la interrogante desde el punto de vista teológico o desde una perspectiva ideológica, sino única y exclusivamente en materia financiera.

Me explico…

En esa historia Satanás, disfrazado de artista de la magia negra, se burla de muchos habitantes de Moscú regalándoles cantidades importantes de dinero que desaparece al cabo de pocas horas.

Las autoridades estatales, por su parte, se comportan de manera insaciable con las divisas que acumulan muchos de los ciudadanos.

Se exhibe de manera humillante a quien no solo guarda (mejor dicho, esconde) dinero en moneda extranjera y joyas “en un momento en el que el país las necesita”.

Toda una cacería de brujas se desata en contra de los traidores del sistema que actúan impulsados por la codicia y la avaricia en lugar de privilegiar el “interés de la colectividad”.

El Estado realiza espectáculos en salas de teatro con la intención de desenmascarar a los malos hijos de la patria.

Las arcas públicas pueden y deben acaparar; los ciudadanos, no, por el contrario: tienen que sacrificarse.

Por ejemplo, a un hombre llamado Dúnchill se le reprocha negar que posee divisas a pesar de que no le falta nada pues percibe un “salario magnífico” que le permite un apartamento espléndido, una esposa y una bella amante.

Ordeñar los bolsillos de los ciudadanos, hasta escurrirlos, es una de las obsesiones del Estado en este libro que es una alegoría en torno a la Unión Soviética de Stalin.

En un Estado ateo se obliga a los ciudadanos a jurar por Dios que no poseen dinero foráneo.

Desde el punto de vista financiero, ¿quién es peor: el Diablo o el Estado? ¿O son de los mismos?

Cada quien tiene su propia respuesta…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote