Tengo un colega periodista, excompañero de trabajo, que cada vez que se enteraba de lo que él consideraba una buena historia para ser contada en el periódico La Nación exclamaba: “¡Novelón, novelón!”

Era así como expresaba su entusiasmo por lo que imaginaba como una noticia o una crónica que sin duda alguna iba a ser devorada por muchos lectores.

Recordé ese recurrente episodio el miércoles 13 de octubre del 2021, día en el que terminé de leer Mi tío Napoleón, una gran novela, mejor dicho, un “¡Novelón, novelón!”

Puede parecer exagerado, pero la verdad es que ese calificativo le sienta bien, y le hace honor, a ese relato de 702 páginas escrito por el iraní Iraj Pezeshzad (1928-2022).

Es muy poco, casi nada, lo que se comenta sobre este maravilloso libro ambientado en el Irán de 1941 y que es una divertida y aguda sátira sobre el poder y las laberínticas e impredecibles relaciones humanas.

Se trata de una novela de intrigas, cálculos políticos, amores, vanidades, secretos, adulterios, lealtades y traiciones, mentiras, envidias, venganzas, sueños, locuras, delirios de grandeza, complejos y un sinfín de etcéteras que nos retratan a los seres humanos.

El protagonista es un estrafalario y tiránico patriarca familiar que idolatra a Napoleón Bonaparte.

Me tomo la licencia de adelantarle tres elementos importantes de este libro a quienes aún no lo han leído.

Primero, la idea de escribir Mi tío Napoleón tuvo su origen en una historia de amor que no terminó como suelen concluir las películas románticas de Hollywood. Todo lo contrario, el protagonista de esa vivencia, el propio Iraj Pezeshzad, no logró vencer todos los obstáculos que se interpusieron entre él y la joven de la que se enamoró perdidamente durante su juventud en Teherán.

El padre de la muchacha fue la mayor barrera; era un hombre que pertenecía a una familia rica y despreciaba al posible yerno por ser tan solo el hijo de un médico. “En esa época, la costumbre social dictaba que una hija sólo debía guiarse por los deseos de su padre, y la costumbre pesaba mucho”, dijo Iraj.

Segundo. En esta historia la expresión “San Francisco” tiene una connotación sexual. Esas dos palabras son pronunciadas, la mayoría de las veces, por un pícaro personaje secundario llamado Asadollah Mirza, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Explica ese burócrata que se encuentre San Francisco en Europa o en Estados Unidos, se trata de una ciudad portuaria que sugiere la imagen de un “barco” atracando en un “puerto”. Agrega que en caso de que resulte arriesgado ir a San Francisco, se puede ir a Los Ángeles, que está cerca y es más seguro.

Tercero, cuando leí este libro por primera vez (entre el 20 de setiembre y el 13 de octubre del 2021) hallé tres similitudes entre Mi tío Napoleón y las novelas Don Quijote de la Mancha, Gargantúa y Pantagruel y Zorba el griego: el sentido del humor, la fantasía y lo absurdo.

Un día de estos compartiré más experiencias vividas durante las que han sido mis primeras lecturas de algunos libros que me dejaron una huella imborrable. En esta línea he publicado recientemente dos artículos: Recordando una primera lectura y Evoco hoy otra primera lectura….

Vale la pena leer este “¡Novelón, novelón!”

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote