A lo largo de mi vida como lector, y en especial durante los últimos cinco años, he tenido que decirle adiós a miles de inquilinos de papel y tinta de mi biblioteca.

Comparto aquí, 16 motivos por los que he regalado (a parientes y amigos), vendido (a librerías de textos usados) o donado (a programas comunales) libros que en algún momento pensé en conservar hasta que la muerte nos separara.

8 razones negativas:

  1. No pensaba leer más algunas obras que ya había devorado una o más veces.
  2. Me negaba a terminar libros que no me gustaron y cuya lectura era una carga.
  3. Contaba con ejemplares que por alguna razón compré en determinado momento, pero que nunca me decidí ni tan siquiera a empezar.
  4. Tenía publicaciones que había recibido por cortesía, pero cuyos temas no me abrían el apetito.
  5. Algunas obras me traían malos recuerdos cada vez que tropezaba con ellas en algún anaquel.
  6. ¿Para qué conservar libros de los que ya disponía de un volumen? Sí, olvidaba que los había adquirido y compraba otro ejemplar.
  7. Conforme pasan los años, la vista se agota cada vez más al leer ediciones con letras diminutas y papeles oscuros.
  8. Varios libros no pasaron de ser compras impulsivas.

8 razones positivas:

  1. Disfruté tanto de la lectura de una obra, que quise compartirla con alguien más.
  2. Sospechaba que una determinada obra iba a serle de mucho provecho a un pariente o amigo que atravesaba por alguna circunstancia extraordinaria.
  3. El sentido de generosidad que nos lleva a obsequiarle a otros lo que quizá no pueden comprar pero les gusta.
  4. Trascender de alguna manera, dejar huella en gente a la que uno no conoce.
  5. Enriquecer la oferta editorial de algún amigo que tiene un negocio de libros de segunda.
  6. Viajar por la vida con un equipaje mucho más liviano, no estar tan atado a objetos.
  7. Abrir las puertas de las jaulas y permitir que los pájaros literarios vuelen libres.
  8. Porque uno deja en libertad lo que ama.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote