Conocí a la poeta Julieta Dobles Yzaguirre en 1974, cuando fue mi profesora de biología en el sétimo año del Liceo José Joaquín Vargas Calvo, en San Pedro de Montes de Oca.

Ese fue mi primer contacto con ese árbol de ramas largas y frondosas.

La veo como un árbol porque sus lecciones empezaban siempre con declamaciones de poemas que dejaron raíces profundas en mi vida, retoñaron en mi formación como ser humano y nunca han dejado de obsequiarme frutos dulces y jugosos.

El más reciente de esos frutos lo saboreé esta mañana: el poema Legado del cas, el cual forma parte de un libro que es una obra de arte, La poesía de los árboles, editado por el español Ignacio Abella, ilustrado con acuarelas por su paisana Leticia Ruifernández y publicado por Nórdica Libros.

Se trata de una obra, mejor dicho un bosque de papel de 219 páginas de extensión habitado por 74 poemas escritos por agricultores de la palabra de diversos países y continentes. Entre ellos, Juan. Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Hermann Hesse, Octavio Paz y Gioconda Belli.

Esta acuarela de Leticia Ruifernández ilustra el poema Legado del cas.

Además, Fernando Pessoa, Atahualpa Yupanqui, Sylvia Plath, Covadonga Vejo, Kobayashi Issa, Adrienne Rich, Názim Hikmet, Alfonsina Storni, Saigyō Hōshi, Joan Miró, Gloria Fuertes y Julieta Dobles Yzaguirre.

El cas es cotidiana estrella de entrecasa.
La fruta que se bebe despacio, con fruición
y se come despacio con el mohín que el ácido
de su carne imprevista produce en nuestra boca
hecha agua ante el acoso del aroma
y del mordisco claro, casi beso.

Así comienza el Legado del cas, un poema que no solo me hace la boca agua cada vez que lo mastico en voz alta, sino que también remueve la tierra de mi memoria y permite que emanen los perfumes de los árboles de mi infancia: tamarindo, mango, níspero, aguacate, limón-mandarina, marañón, caimito…

Cuarenta y nueve años han transcurrido desde que conocí a Julieta Dobles, un árbol con el que he tenido la dicha de reencontrarme en librerías y bibliotecas, gracias a sus libros; en la Avenida Central, donde hemos coincidido cuando ella se dirige hacia alguna sesión de la Academia Costarricense de la Lengua; en las páginas de periódicos y en la amistad con una de sus sobrinas: Elvira Saborío.

Sus ramas fuerte y altas, dice el Legado del cas, una descripción me hace pensar en la poeta más que en el árbol de frutos parecidos a la guayaba.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote