¡Un personaje literario insoportable!
Cuando el periodista Iván Yegórovich Krasnujin se sienta a escribir en casa, el mundo debe detenerse por completo.
Prohibido molestarlo.
¡Dios guarde distraerlo!
Los niños tienen que permanecer quietos y en silencio.
El vecino, Fomá Nikoláyevich, no puede rezar en voz alta en la habitación contigua.
Se la pasa gritando “¡Chist!” “¡Chist!” “¡Chist!” Su forma de callar a los demás.
Además, se queja de su desgraciada situación…
… está obligado a escribir por encargo pase lo que pase con su vida…
…tiene que hacer reír o llorar a los lectores…
… está obligado a mostrarse ingenioso aún cuando lo golpee la angustia…
… “¡Aquí el único que trabaja soy yo!”, se lamenta por las noches mientras él escribe y los otros duermen.
Y en tanto él redacta, la esposa, quien vive asustada, debe velar porque nadie lo perturbe y prepararle de comer y asegurarse de que no le falte lo único que le da fuerzas para trabajar: té.
Es capaz de despertar a la esposa durante la madrugada para que le prepare un pichel más de esa infusión.
Lo curioso es que este déspota doméstico no es más que un insignificante hombrecito enclenque, mudo y mediocre cuando ejerce su oficio en la sala de redacción del periódico en el que trabaja.
Apocado en la calle, donde sufre en silencio las angustias, tensiones e injusticias de su labor, pero un ogro en la casa, donde da rienda suelta a su frustración.
Conocí a este personaje en el relato Chist, escrito por quien es, en mi opinión, el mejor cuentista que ha existido: el ruso Antón Chéjov (1860-1904).
Ese autor, médico de profesión, afirmaba que la medicina era su esposa y la literatura su amante.
Parece estar claro que para el protagonista de Chist la escritura estaba muy lejos de ser una amante, pues esa labor no hacía más que atormentarlo y torturarlo.
Se llama, ya lo dije, Iván Yegórovich Krasnujin y es, también lo dije, periodista, pero podría tener muchos otros nombres y dedicarse a otras profesiones…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote