Fue el historiador romano Valerio Máximo, quien vivió entre los siglos I a. C. y I d. C., el primero en contar la historia del anciano Cimon y su hija Pero.

Resulta que Cimon fue condenado a morir de hambre en prisión. Como parte del castigo, su hija podía visitarlo para que observara cómo su padre se consumía producto de la inanición.

Sin embargo, conmovida por el desgaste que sufría su progenitor, Pero se dedicó a amamantar a Cimón a escondidas.

Fue así como el anciano, lejos de deteriorarse, lucía cada vez más sano para sorpresa de todos en la cárcel.

No obstante, llegó el día en que uno de los guardias descubrió a Cimon bebiendo de los pechos de Pero. De inmediato dio cuenta de lo que sucedía.

En cuanto los jueces se enteraron de aquel hermoso acto de amor, ordenaron poner en libertad al anciano.

La historia forma parte de los nueve libros “Factorum et dictorum memorabilium”, obra capital de Valerio Máximo, quien la dedicó al emperador Tiberio.

Tiberio fue el segundo emperador romano, por lo que sucedió a César Augusto y precedió a Calígula.

El relato “Cimon y Pero”, también conocido como “Caridad Romana” fue uno de los temas predominantes en la pintura italiana y flamenca de los siglos XVII y XVIII.

La imagen que acompaña a este texto corresponde a la pintura que plasmó Peter Paul Rubens (1577-1640), pero la historia fue representada también por los artistas Michelangelo Merisi da Caravaggio, Jean-Baptiste Deshays, Jean-Jacques Bachelier y Johan Zoffany, entre otros.

Una escena parecida tiene lugar en la novela “Las uvas de la ira”, que el estadounidense John Steinbeck (1902-1968) publicó en 1939.

En las últimas páginas de esa obra escrita por el premio Nobel de Literatura 1962, Rose acababa de perder a su hijo recién nacido cuando le ofreció su pecho a un desconocido que se estaba muriendo de hambre.

Conocí el caso de Cimon y Pero, gracias a la publicación que hizo una amiga en Facebook.

El relato me impactó y decidí compartirlo con ustedes. Una bella historia de amor, ¿verdad que sí?

JDGM