Por una razón: reproduce un óleo sobre lienzo que el artista mexicano Diego Rivera (1886-1957) pintó en 1931.

El personaje del cuadro, cuyo original mide 199,39 x 157,48 centímetros y pertenece actualmente a una colección privada, es el magnate inmobiliario neoyorquino John Atkinson Dunbar (1900-1974).

Ambos, pintor y millonario, mantuvieron una cercana amistad.

Rivera pintó a Dunbar sentado en un equipal, una silla tradicional mexicana elaborada con varas entretejidas y con el asiento y el respaldo de cuero o de palma tejida.

Dicha obra, en la que el hombre de negocios aparece con un libro en las manos, es la portada de la novela “El lector a domicilio”, del escritor italomexicano Fabio Morábito, quien nació en 1955 en Alejandría, Egipto.

Esa historia gira en torno a Eduardo, un hombre que cometió un delito menor por el que fue condenado a un año de trabajo comunitario.

La “pena” consiste en obligarlo a leer novelas a domicilio a personas enfermas o pensionadas.

Prometo contarles próximamente más detalles de ese relato ameno, inteligente y con sentido del humor; de momento quiero referirme solo a la portada por tratarse de un cuadro que el muralista azteca pintó para el amigo estadounidense.

Si no me equivoco, este es el único inquilino de mi biblioteca cuya tapa principal reproduce un óleo de Diego Rivera. Un lujo que no cualquier libro puede darse.

Me gustó tanto la portada de esta novela que me puse a investigar algunos detalles sobre la misma. Intuyo que la historia detrás del retrato de Dunbar debe contar con elementos suficientes e interesantes como para escribir un relato ameno y revelador.

Hay diseños de portadas que tan solo ilustran, pero hay otros -como el de “El lector a domicilio”- que por sí mismos cuentan o insinúan historias tan o más interesantes que las que contienen las páginas subsiguientes.

¿Qué se traerían entre manos Diego el comunista y John el capitalista?

JDGM