El pasado 5 de abril publiqué, en este espacio, la primera parte de un ejercicio creativo tendiente a conformar un equipo de gobierno únicamente con protagonistas de cuentos y novelas. Seis días después completé ese gabinete ficticio. En total, 24 ministros extraídos de las páginas de múltiples libros.

Don Quijote fue anunciado, en el primero de esos artículos, como el jerarca de Justicia y Paz. “No me cabe la menor duda, pues se trata de un personaje literario comprometido con la misión de ‘desfacer entuertos’”, escribí en esa ocasión. (Este enlace conduce a ese texto: https://donlibrote.gente-divergente.com/gabinete-literario/).

“¿Quién mejor que Sherezade (de Las mil y una noches, cuentos tradicionales del Oriente Medio) para asumir el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social? No me cabe la menor duda de que esta mujer inteligente, astuta, creativa, persuasiva, valiente y con una gran capacidad de comunicación realizaría una excelente gestión. Además, ella sabe lo que es tratar con un jefe (el rey Sahriyar) cruel, violento e implacable”, pregunté en el primer párrafo de la segunda entrega. (Encuentre aquí esa nota: https://donlibrote.gente-divergente.com/un-gabinete-literario-ii/).

La escritora Tatiana Lobo me preguntó: “¿Y el presidente?” Motivado por esa interrogante, en días pasados pensé no solo en el posible gobernante, sino también en sus dos vicepresidentes.

El mandatario sería K, el personaje principal de la novela El castillo, del escritor bohemio Franz Kafka.

¿Por qué razón?

Simple y sencillamente porque ese individuo experimentó en carne propia los caprichos e irracionalidades del poder.

K. es un agrimensor que fue contratado por el castillo, pero al acudir a prestar sus servicios se entera de que su nombramiento no fue más que un absurdo malentendido, una broma de mal gusto del sistema burocrático.

¡Y es que cuando el aparato estatal se propone frustrar a los ciudadanos, lo logra con creces! La araña de las arbitrariedades sabe tejer telas laberínticas y enmarañadas de las que resulta casi imposible soltarse.

Como expresé en un artículo que publiqué en mayo del año pasado, “El Estado es caprichoso, misterioso y majadero como él solo. Así ha sido siempre y así continuará. Tiene sus cosas buenas, no se puede negar, pero posee una infinita vocación y voluntad de JOROBAR a sus clientes”.

¡En K tendríamos a un presidente capaz de entender el malestar y la impotencia ciudadana! ¡No podría haber un gobernante más empático que él! ¡De seguro que haría todo lo que esté a su alcance para poner al Estado al servicio de las personas y no al revés!

¿Qué le parece?

Hablemos ahora de las vicepresidencias.

La primera estaría en manos de Penélope, esa astuta mujer que, según el poema épico Odisea, del aedo griego Homero, supo burlar el acoso de los tipos abusivos y ordinarios que daban por muerto a su esposo Odiseo (quien se ausentó de su casa un total de 20 años debido a su participación en la Guerra de Troya).

Ella le dijo a esos tipejos que se casaría con uno de ellos en cuanto terminara de tejer un sudario para su suegro Laertes. Sin embargo, en aras de darle largas a esa situación, destejía de noche lo que tejía de día; así, nunca concluía la tarea.

Con sobrada razón a Penélope se la considera uno de los prototipos de persona paciente, constante, persistente y que mantiene viva la esperanza.

¡No hay duda de que necesitamos a una persona así en la Casa Presidencial! ¿Verdad que sí?

Y el segundo vicepresidente no se quedaría atrás: Sancho Panza, quien dio amplias muestras de sabiduría y sentido común como gobernador de la ínsula Barataria.

El escudero de don Quijote resolvió con ingenio los “dilemas” que le plantearon diversos habitantes de ese territorio. Vale la pena releer los problemas que pusieron en sus manos un labrador y un sastre, dos ancianos, un ganadero rico y una mujer, y un estafador que se inventó un cuento de una boda para intentar que aquel humilde y folclórico político le diera seiscientos ducados.

También terció en pleitos propios de casas de juego y en el caso de un supuesto delincuente que respondió con ingenio y burla a cada una de las preguntas del gobernador.

Hay que agregar que Sancho sabe distinguir, como lo demostró en el capítulo 8 de la primera parte, entre los enemigos de verdad y los imaginarios (molinos de viento).

¿Verdad que sería todo un acierto llevar a este personaje literario a Zapote?

En realidad, necesitamos a estos tres protagonistas en la Casa Presidencial.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote